20/10/2020
 Actualizado a 20/10/2020
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El adalid español se presentó en Europa como si se tratara de un estadista americano con su porte aguerrido, atlético y desenfadado pero sin argumentos y desprovisto de la vitola de ser un muñidor de acuerdos y medidas para obtener resultados en la crisis en la que se encuentra su país, España, y con detalles y señales que no le avalan el comportamiento por su maridaje con comunistas, independentistas y demás políticos dudosos de querer tranquilidad y arrimar el hombro.

El club europeo se caracteriza porque pocos pertenecen al círculo de los listos, ya que son los que parten el bacalao y para ello hay que demostrar ser tan eficaces como ellos, poseer economías saneadas y una directrices de acuerdo con los tiempos que corren y no decisiones ancladas en el siglo XIX, además de predicar doctrinas revolucionarias obsoletas y llenas de oportunismos que sólo favorecen la falta de interés por el auténtico progreso y vivir la vida a cuenta de los impuestos de los ciudadanos que trabajan y se esfuerzan diariamente en su trabajo.

La política de un país debe tener un plan y una ordenación de objetivos a conseguir que se muestren claros y rotundos para que la banca común europea u otros medios financieros puedan prestar el dinero de todos a los que pasan por dificultades, de lo contrario corremos el peligro de perder la credibilidad o que nos traten como a charlatanes de feria.

Nuestro representante realizó un tour por los países que se oponen a la concesión de créditos y préstamos blandos sin ofrecer las oportunas garantías de seriedad ni un programa de reformas serias de la situación económica y del ámbito de la actividad comercial, industrial y actividades administrativas de la administración pública, ofreciendo, una vez más, el espectáculo de pedir para gastar y distribuir los dineros según el colorido partidario y las veleidades de turno para resolver el asunto de las votaciones en el momento que se estime necesario. Lo mismo de siempre en un momento en que Europa se cansa de las cigarras y quiere hormigas que saneen sus nidos de una vez por todas.

El territorio europeo está a merced de los insensatos, de la emigración ilegal, de las mafias organizadas en todas las actividades que reporten dinero, de los magnates que desean tener la llave del poder y de las ideas obsoletas revolucionarias de salón que manejan personajillos para resolver su futuro a costa del presupuesto.

España, en definitiva, gime y limosnea las migajas del pastel para enderezar un entuerto producido por un bichito que se ha situado como árbitro de una situación grave, demostrando que no tiene las ideas claras ni un plan efectivo, producto de una ambición por ocupar el poder y que sí, en cambio, se ha demostrado abierta al derroche, el aumento del gasto en todos los sectores y el ataque a los sectores privados.

Mientras que algunos gobiernos europeos han reducido sus gastos en los ministerios, nosotros los hemos aumentado con nombramientos innecesarios, no se han bajado los sueldos y sí, en cambio, hablan de reducir las pensiones, se han ido de vacaciones a lugares que a otros se les ha criticado por ser utilizados por la anterior ‘casta’ y no se ha desarrollado un plan de contención de los contagios ante la temporada turística necesaria para la única industria motriz de la economía española.

Tampoco se ha hecho nada para estudiar a fondo una reforma de la administración pública, ni de la educación, ni de la sanidad, ni de muchas actividades como la justicia. En definitiva, tanto progresista de salón está cansando a la ciudadanía que todavía no ha mostrado su disgusto.

Aunque claro, lo facilón y previsible es indicar a los trompeteros mediáticos para descalificar a los que niegan la limosna y exigen control del gasto si se quiere dinero de aquellos que han hecho sus deberes presupuestarios.

Como dice la canción «siempre me dices lo mismo…», mientras tanto al adalid, que está muy contento de haberse conocido a sí mismo, le crecen los enanos en el circo que tiene montado.
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