06/09/2022
 Actualizado a 06/09/2022
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La libertad es uno de los dones más preciosos que ha recibido el ser humano. Mal administrada puede llevar a cometer grandes atrocidades, pero, cuando se usa responsable y sensatamente, es una maravilla. La historia nos enseña que no siempre ha sido fácil su ejercicio, si bien, a pesar de las tiranías opresoras, nunca han faltado personas a las que nadie ha conseguido doblegar.

La reciente muerte de Mijaíl Gorbachov nos ha permitido refrescar la memoria y recordar al hombre que fue capaz de conseguir lo que parecía imposible: devolver la libertad a las gentes de la Unión Soviética, esto es, Rusia y países satélites. Al mismo tiempo ha puesto en evidencia el cinismo y la maldad de un insensato, Vladimir Putin, empeñado en deshacer la obra de su ilustre predecesor. El noble pueblo ruso ha vuelto a experimentar el secuestro de su libertad. Y países, como la invadida Ucrania, son un triste ejemplo de cómo las viejas prácticas comunistas no se resignan a desaparecer. Otros gobernantes, en otros países, y no solo en Latinoamérica, siguen embaucando a las gentes con las clásicas mentiras y promesas que, además de producir miseria, son un auténtico atentado contra la libertad.

Tampoco podemos olvidar otro gran enemigo del respeto al derecho a la libertad de las personas. Se trata del fundamentalismo religioso. Gran parte del mundo sufre esta lacra, que afecta de manera muy particular a las mujeres y a los cristianos. Pero hay mucha gente que se cree libre porque hace lo que la da la gana y en realidad no lo es tanto. La ignorancia, la desinformación, la manipulación de determinados medios de comunicación social… hace que muchos no sean verdaderamente libres. Grandes masas de jóvenes y mayores están siendo engañadas sin que lo sepan. Jesucristo tenía toda la razón cuando dijo aquello de «la verdad os hará libres».

Sin duda una buena formación es el mejor antídoto contra el engaño. Pero ¿acaso leyes de educación como la actual, la ‘Lomloe’, ayudan a combatir esta ignorancia? ¿Se puede permitir que haya leyes como la de la ‘Memoria democrática’ que nos impongan lo que tenemos que pensar? ¿Cómo se puede consentir que, ante un hecho tan grave como el aborto, no se le dé a la mujer la posibilidad de informarse bien y reflexionar antes de tomar una decisión tan cruel y dramática? ¿Cómo se puede impedir a los padres, que tienen el derecho de patria potestad, que puedan hacer algo para salvar la vida de su nieto? No cabe duda que el don precioso de la libertad hoy está en serio peligro, si es que aún queda alguna.
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