Leyenda pétrea

Donde los puentes se pasan al femenino plural se abre un camino que mira desde lo alto al río Meruelo para sortear a dos de sus hijos, el río Grande y el río Pequeño

Mar Iglesias
16/08/2018
 Actualizado a 12/09/2019
Tal vez una foto no pueda enseñar las sensaciones que se unen bajo un puente anciano, La Puente Grande. | MAR IGLESIAS
Tal vez una foto no pueda enseñar las sensaciones que se unen bajo un puente anciano, La Puente Grande. | MAR IGLESIAS
Camino de las puentes, sí, sin tener que luchar los nombres en femenino, los puentes se convierten en mujeren esta ruta de Molinaseca a Las Puentes de Malpaso. Es la huella de un cercano gallego que llama a los puentes ‘as pontes’ y en la mezcla nos quedamos. La reminiscencia marca una senda que tiene tanto de belleza paisajística como de leyenda. Los primeros pasos, desde la iglesia de San Nicolás nos conducen a un sendero a mano izquierda que se presenta con un paisaje de castaños que se unirán a los robles más adelante. Es una senda estrecha, pero cómoda en su trazado, golpeada por toques empedrados y en la que es fácil buscar un escondite o una caída de agua. La mirada intenta hacerlo, porque en esos montes de Molina están las pisadas de Manuel Girón, el guerrillero. Allí también fue capturado, por eso Las Puentes hablan de la vegetación que envuelve una historia berciana reconocida. La aventura dela ruta nos llevará por 11,5 kilómetros, si escogemos hacerla hasta Riego de Ambrós para enlazarla allí con el Camino Francés y nos devuelve a Molinaseca sin volver por nuestros propios pasos.

Por cierto, hay peregrinos que prefieren este camino al habitual, como el que me sorprendió sentado en una roca, aliviando los pies con un desnudo de calcetines sin pudor. El hombre solo sabía decía que era un paisaje fantástico al que le estaba regalando la desnudez de los dedos descalzos. Miraba sobre el río Meruelo, la garganta alimentada por la masa arbórea y, del otro lado, los compañeros caminantes, viendo, a la inversa, el trazado del imaginario recorrido de los maquis. No es un camino difícil y, cada poco, el trazado nos va regalando fotografías para hacernos más entretenido el trayecto. A menos de tres kilómetros del inicio, nos sorprende La Puente Pequeña, a una altitud de 700 metros –habremos subido menos de 200 desde Molinaseca-.

La Puente Pequeña es difícil de fotografíar porque sus piedras están tan hermanadas con el musgo y la enredadera que se han hecho uno y dificulta descifrar la identidad de cada cual con facilidad, pero solo intentar encontrar ese hueco es espectacular, escuchando el río discurrir en su libertad. Seguimos avanzando y a los pocos metros nos topamos con La Puente Grande, donde dicen que se acabó la leyenda de Girón. Este puente se deja ver con más facilidad y la foto siempre es cautivadora. Merece la pena conquistarlo tras las encinas y los robles y quedar a sus pies disfrutando de la sombra. Momento para pensar en lo que habrá visto este tremendo ojo de piedra, en principio medieval, pero hay quien considera que se trata de puentes romanos que usaban para sortear los ríos Pequeño y Grande, cada uno con su puente, de camino al Meruelo, y facilitar la bajada del hierro de las explotaciones cercanas.

Lo que está claro es que tienen un manto de historia adornado en un paisaje que regalan y que nos permite avanzar hasta la localidad de Riego de Ambrós que se nos presenta con sus casas, también empedradas y una fuente para relajar el camino. Desde ahí se inicia la bajada para recuperar las flechas amarillas del Camino Francés.
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