¿Leoneses y asturianos, primos hermanos?

Lo cierto es que amo Asturias y me encanta el carácter de los asturianos, tan complementario con el nuestro que las dos mitades

Gregorio Fernández Castañón
22/08/2022
 Actualizado a 22/08/2022
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No lo sé, ni me importan las etiquetas. Lo cierto es que amo Asturias y me encanta el carácter de los asturianos, tan complementario con el nuestro que las dos mitades (fríos nosotros, alegres ellos) hacen –eso creo– algo perfecto. Ellos son los dueños del mar que nos eleva el ánimo y nos regala a la piel el sabor de la sal, y nosotros, a cambio, les ofrecemos nuestros ríos, montes y valles aromáticos, adornados con el sol que tanto necesitan. Ahora bien, ¿disponemos de más cosas complementarias? Claro. Y son innumerables, pero me detengo en los símbolos de los que, ambos, nos sentimos orgullosos: nuestras banderas. Y mejor que continúen ondeando al aire puro con total libertad y para siempre. Ese es mi deseo.

En la bandera de León, bien lo sabemos, el emblema heráldico dominante es un león. Símbolo personal del rey (Reino de León), cuya referencia escrita, relativa a Alfonso VII de León (rey de León entre 1126 y 1157), aparece, que se sepa, por primera vez en la denominada «Chronica Adefonsi Imperatoris», crónica cortesana escrita en latín por un autor anónimo entre 1153 y 1157. Allí, tras la toma de Almería, se puede leer lo siguiente: «la florida caballería de la ciudad de León, portando los estandartes, irrumpe como un león (...). Como el león supera a los demás animales en reputación, así esta supera ampliamente a todas las ciudades en honor. Sus distintivos, que protegen contra todos los males, están en los estandartes y en las armas del emperador; se cubren de oro cuantas veces se llevan al combate».

El símbolo dominante de la bandera del Principado de Asturias es la Cruz de la Victoria, de cuyos brazos cuelgan las letras griegas alfa y omega, principio y fin. Cruz latina que, en el año 908, donó a la Catedral de San Salvador de Oviedo Alfonso III el Magno, rey de Asturias (desde 866 a 910) –último rey de Asturias o primero de León, ya que aquí disponía del Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia, y aquí pasaba largas temporadas–. Padre de los tres primeros reyes leoneses: García I (recibe el Reino de León en herencia), Ordoño II (rey de Galicia y, desde 914, rey de León) y Fruela II (adquiere los reinos de Galicia y León en 924). Perfecto y, de aquí, me desvío a una de las coincidencias que tiene por protagonismo, y me sorprende, otra de nuestras cruces y bandera. Me explico:

En el siglo X, la Cruz de Peñalba (foto 2), tan similar a la Cruz de la Victoria de Asturias, fue un regalo de Ramiro II, rey leonés (entre 931 y 951), a Genadio, abad del monasterio de Santiago de Peñalba, hoy desaparecido. Y lo hizo por agradecimiento que recibió del Apóstol Santiago en la batalla de Simancas contra Abderramán III, en el año 939.

Las coincidencias de la donación y de cruces son admirables, máxime cuando en ambos casos, los reyes asturleoneses, entonces, consideraban que el éxito de sus batallas contra el Califato de Córdoba se debía, en parte, a la intervención y ayuda de una fuerza superior o divina. De ahí que acudieran a este arte religioso para, en señal de agradecimiento, ofrecérselo a los representantes de la Iglesia que ellos mismos consideraban los más idóneos, los más cercanos.
La Cruz de la Victoria, hoy, se encuentra en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, mientras que la Cruz de Peñalba, la original –varias veces reclamada para que retorne al Bierzo–, se puede admirar en el Museo de León. Un facsímil de esta última se encuentra en el Museo del Bierzo. La Cruz de Peñalba, desde el año 2000, forma parte también de la simbología berciana, apareciendo tanto en el escudo como en la bandera.

Curioso, ¿verdad?
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