Leonés líder de leones y domador de fieras, descansa en el Valhalla

Por Ernesto Pérez Vera

Ernesto Pérez Vera
06/07/2022
 Actualizado a 06/07/2022
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Pedro Alonso Casado era, muy posiblemente, uno de los operadores táctico-policiales españoles más experimentados de la historia de nuestras unidades especiales de ámbito policiaco. Ardoroso como un buen infante, era también muy tenaz, como un buen guardia civil.

Mi amigo Perico era un "pequeño-gran" portento profesional,altísimamente cualificado para desarrollar las misiones propias de la unidad que mandaba, que para los neófitos es el GEO de la Guardia Civil, la UEI, la Unidad Especial de Intervención.

Dado que no soy ni fui miembro de la Benemérita, jamás presté servicio con él ni estuve bajo su mando. Solo éramos amigos y compañeros de diferentes cuerpos de seguridad y con responsabilidades y competencias diferentes, aunque por ley nos unía la defensa de los buenos y la represión de los malos. Cada uno a su nivel, claro está.

Empero ambos tenemos algo más en común -en realidad bastantes cosas-, si bien la principal es la cosa que de carambola hizo que nos conociéromos allá por 2008 o 2009, quizás incluso antes, no lo sé ahora mismo. Nos pirraba hablar de armas, de tiros, de operaciones policiales, de balística, de equipamiento, de materiales..., de trabajo, de hacer lo que hay que hacer cuando toca hacerlo, por áspero, desagradable y jodido que sea realizarlo.

Así fue como nos conocimos, intercambiando opiniones sobre nuestras pasiones laborales, que en este caso eran, para los dos, también nuestras pasiones extralaborales. Cuánto sabía y cuánto de todo había probado. Y cuánto discutíamos, en buen tono, cuando discrepábamos sobre nuestros siempre razonados pareceres particulares.

Perico había tocado, tirado, explotado, lanzado, disparado, apuntado, manipulado, bajado, subido, etc., etc., tanto, tanto, tanto, porque era integrante de la UEI desde que ingresara en dicha unidad siendo un joven teniente, como es preceptivo tras superar el durísimo curso de acceso. Y ahí siguió muchos años después tras alcanzar el empleo de capitán y del mismo modo sucedió cuando ascendió a comandante y luego a teniente coronel jefe de todo el cotarro. Prolija carrera táctica, como pocas.

Qué pena tan grande siento. Las lágrimas no me dejan ni ver bien lo que ahora mismo estoy escribiendo al recordar cómo me contaba hace 15 días, en su acuartelamiento, cuáles eran sus planes venideros para cuando le cayera la tercera estrella de 8 puntas, ¡la coronela! Qué ilusión le hacía el futuro académico y profesional que vislumbraba en sus dos hijas, a las que conocí cuando todavía eran muy pequeñas. Y qué pesar me causa pensar en la viuda: la última Cruzcampo que nos tomamos fue ya a toda prisa porque tenía que acicalarse para irse con ella a la cena del aniversario de boda. ¡Qué dolor!

Su elevado nivel de autoexigencia física, mental, táctica, técnica, de conocimientos policiales generales, etcétera, era el propio de un líder de leones que sabe que ha de estar siempre presto para todo. Desde fuera, porque me reitero en que jamás laboré con él, solo veía a un gran conductor de guerreros, lo que él sin lugar a dudas también era. Exudaba bravura y dureza en la misma proporción que afabilidad, camaradería y simpatía casi gaditana, pese a ser leonés de nacimiento. Hoy, por la oscuridad del momento, no pega, ni llega, ni toca parafrasearlo recordando por qué vía le viene el gaditanismo. Él lo contaba con suma gracia. Siempre me hacía reír al oírselo decir.

Muchos siempre recordaremos el 1 de julio como el aciago día que un proyectil de fusil acabó con su carrera y días después con la vida de tan simpar servidor público; alguien muy habituado a lidiar con la parca en la línea de fuego. Esta vez te dieron una corná gorda, amigo. Para quienes aún no lo sepan, esto acaeció toreando, luchando contra el crimen en Santovenia del Pisuerga, Valladolid.

No solo la UEI y la Guardia Civil entera han perdido un gran valor humano, militar y policial, lo ha perdido la sociedad española, la ciudadanía, España. Y, sin embargo, la eternidad lo ha ganado.

Querido Perico, con Gayoso a tu lado protégenos desde ahí arriba apostado en una buena nube del Cielo de los buenos, del Cielo de los auténticos, del Cielo de los valientes, del Cielo en el que sé que estás. ¡Maldita sea! Ojalá nunca hubiera tenido que escribir este obituario.

Mi teniente coronel, amigo mío, siempre estarás en mis pensamientos. Ya veré qué hago con el presente que te prometí y que te iba a dar aquí, en tu otra tierra, dentro de 9 o 10 días: lleva tu nombre y, naturalmente, está dedicado.

Larga vida a la amistad, mi teniente coronel.


Artículo publicado por 'La Voz de Cádiz'
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