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León y la evanescencia

04/06/2020
 Actualizado a 04/06/2020
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La evolución socio-económica de León no está sentenciada por Covid. La pandemia se ha convertido en una experiencia de apagado y encendido de la economía, que tendrá menos efectos a medio plazo de lo que se piensa. Es una crisis de liquidez y saldremos de ella casi como entramos: con rapidez. Aunque es cierto que Covid se convertirá en un acelerador de sucesos que, de por sí, iban a producirse (como el cierre de Nissan Barcelona, o la crisis de Alcoa, o la caída de negocios inviables), no va a dejar huellas profundas per se a largo plazo. Por esta causa corremos el peligro de acudir, sin criterio, tras cosas que se esfuman, que evanescen, olvidando los pilares para rearmar la economía leonesa. Siguen siendo los mismos que antes de Covid. La ciudad legionense no debería perder la oportunidad del tren tranviarizado, el de Matallana, crítico para configurar un norte metropolitano que carece de accesos eficientes al centro urbano. ¿Tiene o no solución esto, o es una evanescencia?

¿Se queda la escuela privada de pilotos en León, o la candidatura europea de Incibe es una cortina de humo mientras el centro de enseñanza se esfuma? ¿Será esta candidatura un ejercicio de virtuosismo malabar en el que una evanescencia distrae de otra? ¿Concluirán de una vez las vías de ferrocarril para acceder a Villadangos y dar así actividad a la siderurgia, o son otra evanescencia? ¿La plataforma logística de Torneros se desarrolla, o se desvanece? ¿Se despliega la I+D en Ciuden, o era solo evanescencia? ¿La transición justa para amortiguar el cierre de la central de Cubillos del Sil era verdad o era un sueño?

León convive con la evanescencia. Las cosas se esfuman en la neblina de biomédicas y escuelas de pilotos de combate, de fábricas de baterías de litio y plantas de captura de CO2; la Región Leonesa persigue fantasmas y el propio León se ha vuelto una entidad evanescente en lo político, sin sustancia, con diputados y senadores traslúcidos que transitan pasillos madrileños sin ser vistos. Si alguno adquiere concreción territorial es apartado al gulag del olvido político.

Incluso tenemos una Junta evanescente, un insólito artefacto que controla León sin tocarlo, como las naves alienígenas de las películas. Sus personajes animados, como sus promesas del cielo económico, son apenas hologramas para entretenernos. Hasta las mesas por León se han vuelto evanescentes. No cabe duda de que, ante tanto humo, hace falta la concreción: conocer a los interlocutores que de verdad puedan representarnos y saber con quién hay que hablar para que las cosas dejen de desvanecerse y concluya el engaño. La autonomía fallida evanescerá.
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