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León, tradición y progreso

04/07/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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El verano hace que los leoneses urbanos vuelvan su mirada hacia la provincia: un lugar magnífico lleno de paisajes sorprendentes, fiestas tradicionales, convocatorias culturales, pueblos que cobran vida y un ambiente general que no sabemos definir, pero que respira raíces. Contrariamente a la fama que nos han colgado, los leoneses somos profundamente sociales. Por eso aparecemos como el lugar de la Península con más bares por cada millar de habitantes. Conciliamos frío nocturno con charla, y vino con tapa, cuatro patas sobre las que se asienta unas formas de ser colectiva e individual a las que no damos importancia, pero que nos diferencian.

El viaje provincial tiene la peculiaridad de ser casi iniciático, un trayecto donde, sin rumbo, te das de bruces con el asombro: visitas lugares en los que nunca habías estado sin que encuentres una explicación porque son preciosos. Acostumbrados a ver desde pequeños el Pajariel nevado, las cambiantes choperas, las Hoces de Valdeteja, el fin del mundo en Molinaferrera o 300 kms del montañas desde el repetidor de Matadeón, todo nos parece normal. Hasta que viene alguien, le llevas a comer a una cueva y te dice que es alucinante, o se asoma al río Selmo tomando una cerveza y una trucha en una felicidad infinita, o baja a ver beber a los osos en Salientes con el corazón desbocado. Nunca un pueblo fue más inconsciente que el leonés del lugar magnífico que le rodea.

Y son esas tradiciones de ramo y pendón, de mastín, romería y procesión, de corredor volado y caño en medio del pueblo, de cascada y sauce, de presa y maíz, de escombrera de carbón y chorizo picante lo que aporta el exotismo, una singularidad de la que, sin pretenderlo, somos parte. Como el sonido de la reguera por las calles, que siempre estuvo allí, así vemos la provincia con unos ojos que no ven, con un placer íntimo que parece lo natural porque somos de aquí, muy de aquí, pero no lo sabemos.

A veces viene gente que vocea que España es Madrid y no perdemos tiempo en explicarles, porque la necedad sin medida no merece nuestro tiempo. No comprenden que no vamos ni por delante ni por detrás de nadie, que vamos a nuestro paso, con nuestro cadencia, con ese ‘xeito’ que no tiene traducción en su infundada petulancia. León tiene un camino propio. Solo va retrasado respecto a sí mismo, respecto a su potencial y lo debe subsanar a su manera. Esa es nuestra deuda con nosotros mismos y con la historia colectiva que construimos. Y solo si lo hacemos a nuestra manera nos acercaremos a nuestra aspiración ser leoneses en León y vivir con prosperidad, tradición, autoestima y una forma de vivir completa en sí misma.
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