21/03/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Atravesé la noche de Madrid. Después de tantos años, volví a atravesar la madrugada, como una flecha que debía hacer centro en todas las dianas, certera, esperada. Cumplidas ya las vueltas y los giros, los laberintos azarosos en los que uno debe perderse antes de encontrarse, por fin me dirigía hacia un destino cierto, seguro, a salvo de espejismos y de sucedáneos. La vida, al fin, llamaba a la puerta y lo hacía con prisas, por la entrada de urgencias. La vida que empuja, con la rabia de una hembra, la vida a gritos abriéndose paso, como una blasfemia y como una plegaria.

Todo ha ido bien, más rápido de lo esperado, más sencillo, más fácil, más hermoso y más emocionante que todo lo vivido antes. «Y creó al hombre y le dio la espada del llanto para combatir a la sombra». Cuando el olvido me vaya llevando a su terreno, creo que aún recordaré de esta mañana del 16 de marzo el llanto incontenible, desbordado, la admiración a la mujer, que es capaz de asumir y transformar los dolores del parto para traer a la luz, para crear la luz, mi asombro ante la sublime gesta de la maternidad y la humildad que todos debemos ante una madre.

Ahora, la casa se ha llenado de sonidos que me eran ajenos, de silencios buscados, de artefactos de los que ignoraba hasta su existencia y de palabras complejas que no había pronunciado antes. El mundo ha cambiado de pronto. Todo es distinto, aunque la nieve, que veo caer al otro lado del cristal, parezca la misma nieve de todas las infancias.

Cogido en mis brazos, no dejo de mirarle, hipnotizado, embobado. ¿Cómo es posible que algo tan pequeño tenga la fuerza para mover tanto? De pronto, como si me encontrara en el interior en calma de un tornado, mientras todo gira alrededor, cesan las preguntas, también la curiosidad de encontrar respuestas, pues todo lo que necesito de sentido lo tengo entre mis brazos, abre los ojos y aunque sé que no me ve, sé que me está viendo, en este preciso instante, echar raíces en la vida.

No dejo de mirarle. Su carita iluminada está completamente limpia, ni una sola arruga. Tendrá que ir dando forma a su expresión, esculpiendo su rostro siguiendo las líneas de emociones y de decisiones, pero dejadme, mientras está nevando, este momento gozoso y pleno de tenerlo en mis brazos y verlo así.

León ha nacido y tiene toda una vida por delante.
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