31/12/2021
 Actualizado a 31/12/2021
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Pensamos en la muerte cuando los años pasan y empezamos a ver como mueren las personas que amamos. Hay quien despierta joven a esta realidad que es nuestra finitud y a esos pasos que damos diariamente en la misma dirección. Parece de locos, entonces, contemplar a una humanidad que ha aceptado su destino y se entrega a él ebria, bailando, discutiendo por nimiedades o despotricando contra el prójimo hasta enfermarse y acelerar su propio cronómetro del fin.

En estos días navideños en que se respira la fiesta, pero también esa profunda nostalgia de los que ya no están, como una mano que tira de nosotros hacia la tierra a pesar de las luces y los villancicos, me he dado cuenta de lo cercanos que son los conceptos de muerte y memoria.

La realidad se va a haciendo más dura de digerir, y como los elefantes ancianos que buscan la orilla de los ríos, donde el pasto es más tierno, nosotros tendemos a volver al lugar de la infancia, donde fuimos felices, donde la realidad no era granítica sino esperanzadora, cálida o simplemente inconsciente.

Las complicaciones de este tiempo pandémico me han impedido estar ahora en León, la ciudad que me vio nacer y crecer. No podré abrazar a mi familia ni pasar por delante de Las Teresianas, que siempre será mi colegio. Tampoco compraré castañas como solía hacer con mi padre, para olerlas largamente y regocijarnos de nuestro tesoro gastronómico (que probablemente nos iba a estropear la cena) antes de empezar el cucurucho. No podré visitar la Librería Universitaria, y saludar a Héctor que lo sabe todo de sus libros, como si fueran hijos, o entrar en San Isidoro como quien atraviesa la puerta a otra dimensión espacio temporal, algo que experimento cada vez, como si fuera la primera.

Podemos ir lejos, recorrer el mundo, empezar de cero una y otra vez en ciudades desconocidas que son como enormes decorados teatrales, podemos vivir rápido, quemar la vela por los dos extremos en la creencia de que esa velocidad nos hará escapar al paso de los años, pero no podemos abandonar nuestra historia.

Los recuerdos de los nuestros que los mantienen vivos en todos los lugares donde compartimos este viaje misterioso y tan hermoso como cruel. Por eso regresamos a casa, por eso hoy mi corazón está en León. León, León…
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