León: Ganar competitividad y el corredor atlántico

Roberto Escudero
26/02/2021
 Actualizado a 26/02/2021
El Comienzo de la Recuperación. Sería ingenuo pensar que, apenas superada la pandemia, la economía de León iniciará un ciclo expansivo vigoroso y largo.

El tejido productivo de la provincia está muy dañando. En un año, se han perdido casi seiscientas empresas. En hostelería y restauración los estragos son enormes y en el sector minorista se han extendido hábitos, como las compras online, muy dañinos para el comercio de proximidad.

Es cierto que la persistencia de los tipos de interés en niveles ínfimos y el mantenimiento de las ayudas Covid durante parte del ejercicio, facilitarán una gradual recuperación de los beneficios empresariales; pero llevará tiempo reparar los balances y el alto apalancamiento de las empresas impondrá cautela a las entidades financieras a la hora de conceder créditos.

Además, las rigideces del mercado laboral y el exceso de capacidad no utilizada ralentizarán la absorción de las altas cifras de paro. Ni siquiera contando con los efectos del colosal programa de gasto que intenta poner en marcha el Gobierno, será fácil una recuperación significativa.

La Tendencia del PIB a Rezagarse.

La expansión prevista del PIB nacional se sitúa ahora en el rango del 5,5 %, muy por debajo del que sirvió de base a los Presupuestos Generales del Estado (9,8 %). Y es posible que la complejidad de la logística de vacunación imponga nuevas revisiones a una estimación que, en todo caso, se refiere al PIB de 2020 que incorpora un recorte del -11,1%.

Para la provincia de León todavía no hay previsiones, pero cabe pensar que los efectos demoledores del cierre de las centrales térmicas, unido al retraimiento de la inversión y a la caída del consumo, harán que, un año más, su crecimiento vuelva a rezagarse con respecto al de España.

Se reproduciría, con ello, ese comportamiento perverso que determina que, con excepciones puntuales, el PIB de León tiende a reducir su peso relativo en el de España, generando una cantidad de empleo insuficiente para conservar su base demográfica.

Hay dos hechos que explican en buena medida por qué el crecimiento de la economía leonesa se rezaga de forma casi permanente. El primero y más antiguo – puede rastrearse hasta la época de los Planes de Desarrollo– es la tendencia de la actividad productiva a concentrarse, en ausencia de medidas correctoras, allí donde las economías de aglomeración ofrecen rentabilidades más altas a la inversión y mejores oportunidades de empleo a los trabajadores.

El segundo, característico de León, es la dificultad para pasar de un modelo de desarrollo basado en las ventajas comparativas derivadas de una dotación excepcional de recursos a otro basado en criterios de eficiencia y competitividad.

Las cifras son muy elocuentes. A mediados de los noventa el PIB de León representaba el 1,13 % del de España. A principios del siglo XXI ya era solo el 1,00 % y en 2018, último año en que hay cifras homogéneas, se había reducido al 0, 83 %. De forma correlativa, la población leonesa ha pasado del 1,36 % de la española en 1995, al 0,98 % en el 2020, lo que implica la pérdida de 54.955 habitantes; el 10,42 %.

Ese periodo, que va de la quiebra de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) en 1995 a nuestros días, comprende cuatro ciclos: el vigoroso auge de la construcción iniciado a mediados de los noventa, la crisis financiera de 2008, la lenta recuperación posterior interrumpida por el cierre en 2018 de las tres centrales térmicas de la provincia y la actual crisis del Covid-19.

En ese tiempo se han producido errores, aciertos y omisiones clamorosas pero, al margen de unos y otras, el modelo económico de León muestra una tendencia crónica a reducir su participación en el PIB de la economía española. Como resultado, el empleo generado no resulta suficiente para mantener la base poblacional de la provincia lo que determina su declive demográfico y la pérdida de relevancia política.

Claves para un Nuevo Modelo Económico.

Si de verdad se quiere recuperar población, el objetivo no puede ser el retorno a los crecimientos previos a la crisis del Covid; es necesario implantar un modelo capaz de alcanzar de forma regular crecimientos superiores a los de la economía española. Ello implica, por un lado, mejorar la capacidad de León para generar y atraer inversión productiva y, por otro, escoger el encuadre territorial más acorde con su potencial de futuro.

Para frenar el declive poblacional y cambiar su signo es preciso que las empresas encuentren en León condiciones más atractivas para invertir que las que ofrecen localizaciones alternativas. Una cuestión de competitividad territorial sobre la que existen abundantes experiencias positivas y negativas.

Un objetivo complejo, ya que la competitividad de todo territorio depende de factores tan dispares como sus conexiones viarias, el acceso a la banda ancha de Internet, el desarrollo de la sociedad digital, la calidad de los servicios públicos –en especial del sistema formativo– la cantidad, adecuación y precio del suelo industrial, la presión fiscal, la estabilidad del marco jurídico, el compromiso con la sostenibilidad y el grado de aceptación de los nuevos paradigmas de la economía.

El ‘Informe de Competitividad Regional de España 2020’ que edita el Consejo General de Economistas sitúa el nivel de competitividad de Castilla y León en el intervalo medio bajo y en el lugar siete de los 17 que componen el ranking de las CC.AA. Entre las variables con una evolución más favorable están la tasa de paro de larga duración, el uso de Internet, la corrección de la desigualdad, e investigadores y empresas con medios sociales. La evolución es particularmente desfavorable en la variación del PIB real, el coeficiente de apertura externa, la tasa de paro juvenil, el déficit público y la productividad.

No hay datos provinciales, pero, sin duda, las difíciles condiciones del ejercicio 2020 no han ayudado a paliar las carencias competitivas de la provincia. Aunque, eso sí, la adversidad ha actuado de revulsivo y la sociedad, consciente de la magnitud del problema, exige soluciones.

Para acelerar el crecimiento económico de León se necesitan proyectos poderosos, con tirón, capaces de impulsar un modelo expansivo coherente con los nuevos postulados de la economía y, en ese marco, cientos de pequeñas iniciativas. Y para ello, hay que crear las condiciones necearías para generar, atraer y retener talento emprendedor y animar a las empresas a invertir, hacer negocios y crear empleo.

Es difícil que León pueda remover por sí solo los obstáculos que atenazan su economía. Necesita orientar su esfuerzo en la dirección más eficiente y abrirse hacia aquellos espacios que pueden ofrecer mejores oportunidades y socios interesados en compartirlas.

La Oportunidad del Eje Atlántico.

León forma parte de dos proyectos regionales europeos. El pactado enValladolid el 17 de septiembre de 2010 que integra Galicia, Castilla y León y la Región Norte de Portugal, y la macrorregión acordada en Oporto el 9 de mayo de 2014 que añade a ese territorio la Región Centro de Portugal y Asturias.

Dos iniciativas relevantes que, a día de hoy, son apenas enumeraciones de buenos propósitos y objetivos genéricos.

Y sin embargo, el marco territorial – el terreno de juego – es esencial para formular una estrategia de desarrollo. Y todo indica que el cuadrante noroeste de la península constituye, por su coherencia, su ubicación y su potencial de futuro, el ámbito territorial en el que León puede jugar un papel más relevante. El espacio económico que forman la Región Norte de Portugal, Galicia, Asturias y las provincias de León Zamora y Salamanca es, a medio y largo plazo, el ámbito más propicio para compartir sinergias, activar iniciativas y desarrollar proyectos comunes.

En ese objetivo, son fundamentales dos proyectos. El primero, es abrir a la alta velocidad (quizás bastaría velocidad alta) el tramo ferroviario León–Ponferrada–Orense lo que permitirá conectar, en su día, con la línea Lisboa–Oporto–Vigo que para Portugal es una «prioridad absoluta» a financiar con cargo al nuevo marco plurianual comunitario. La segunda, es la conexión con Braganza mediante una vía de gran capacidad.

Esa doble conexión, reforzaría la vinculación de León con el eje Atlántico, permitiendo captar parte del poderoso impulso derivado del trafico transoceánico que se disputan Oporto, La Coruña y Vigo y –no menos importante– contribuiría a difundir sus efectos sobre un territorio muy afectado por la despoblación y el estancamiento.

Esas infraestructuras, junto con la alta velocidad a Asturias y la autovía a Valladolid - que acumulan retrasos clamorosos – harían de León el centro de una encrucijada privilegiada potenciando su carácter de centro económico del Noroeste. Algo esencial paraCastilla y León porque permite corregir el evidente desequilibrio espacial que hace gravitar su economía sobre el eje Valladolid-Palencia-Burgos.

La prolongación de ese vector hacia el Oeste, a través de León, Astorga y Ponferrada, comporta efectos de gran alcance en materia de transporte, competitividad industrial, investigación o turismo. Pero también tiene un gran interés para Castilla y León porque aportar coherencia territorial a su modelo económico contribuyendo a cohesionarlo y hacerlo más eficiente.

Los recursos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia abren una oportunidad –con fecha de caducidad– para abordar el importante esfuerzo modernizador que la situación reclama. Pero un propósito de esta naturaleza requiere no solo dinero; exige también –quizás sobre todo– compromiso, liderazgo y un cambio de mentalidad capaz de abrir para León espacios económicos en los que compartir intereses y objetivos.

Roberto Escudero es economista
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