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León. Entre el olvido y la resignación

10/11/2021
 Actualizado a 10/11/2021
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A partir de 1979 se iniciaba el Estado de las Autonomías, y España vivía una borrachera de alegría y esperanza que, llegados a la actualidad, son desengaños.

Un caso peculiar fue el de la provincia de Segovia, que se negó a la integración y, por un tiempo, se mantuvo independiente. Pero, aun estando tan alejada de León, ambas compartimos la misma incomodidad dentro del ente autonómico en el que nos metieron.

En nuestro caso, fue la estupidez de un ministro de Franco, Martín Villa, que quiso crear una macro comunidad, para contrarrestar el peso de los separatistas. Por si fuera poco, este fulano, al que debemos el cambalache, anda en busca y captura por la justicia de varios países, por estampar su firma en la sentencia de muerte de las últimas ejecuciones de la Dictadura. Una fechoría, tan vergonzante, de origen, que bastaría para desempolvar el estatuto de este engendro autonómico, que nos convierte en cómplices del verdugo.

El propio Villa creía, que su diseño, sería referencia para el resto del País, económica, social y políticamente. Pero, quien se supone que iría en cabeza, resultó un furgón de cola, arrastrado por los separatistas catalanes y vascos; terroristas y antisistemas de Podemos, que tienen al presidente Sánchez, agarrado por los huevos. Lo siento, pero aquí, para situaciones semejantes, se dice así.

Para sacar los presupuestos, ha tenido que plegarse a las exigencias de sus socios de conveniencia, que no renuncian a nada y amenazan con tirar de la cuerda. Un pacto humillante para los españoles, que se conforman con las migajas, como una manada de pardales.

Mirando hacia León, la situación es sombría porque, lo que llega de los presupuestos a la Comunidad, ha de pasar por la criba de la Junta, que se comporta con las provincias, igual que Sánchez con el Estado Constitucional. Se invierte más en Valladolid, que en ninguna otra provincia. Incluso se captan empresas solventes que funcionaban bien en otras comarcas.

De momento, aquí estamos sin Banco de España; ni Conservatorio (que, de milagro, no está en las bodegas del Amilivia). Tampoco tenemos un teatro digno –Emperador– a pesar de las promesas. Por falta de iniciativa y burocracia perdimos la FlyByschool. Lo que no era posible en León, lo fue en Burgos, todo un lujo. Algo difícil de explicar pero, la política de la Junta y la pasividad de las instituciones leonesas, es proverbial.

Volviendo a la ciudad del Acueducto, si les va bien, no es por la política de la Junta –la única critica de las asignaciones– sino por la cercanía con Madrid, que permite que muchos segovianos trabajen en la capital, y a muchos madrileños vivir en Segovia.

Los desequilibrios entre una regiones y otras, agravados por las componendas partidistas de todos los gobiernos, habidos y por haber, nos han sumido en el olvido y la resignación. Unos por cobardía, otros por incapacidad. Y Sánchez, a la cabeza, por perpetuarse en el poder.
Mientras tanto, el proceso de despoblación se agrava. No esperemos una solución de fuera. Las declaraciones de los altos cargos, son palabrería para un discurso fácil. La situación es preocupante y va siendo hora de cortar los lazos, para recuperar nuestra usurpada identidad. Con nuestros fueros, instituciones, folclore y costumbres. La sensibilidad despertó en el Ayuntamiento de la Capital y hoy revive en muchos concejos y pueblos, en riesgo de desaparición. Más pronto que tarde, antes de alcanzar un punto sin retorno.
De los parientes pobres –todo lo que no es Valladolid– sería penoso, pero ya hablaremos otro día. Y, con esto, alcanzamos el acabose.
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