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Leer, aceptar, gritar

21/06/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Diferenciar nación de patria, patria de estado, estado de poder, poder de dominio, dominio de abuso, abuso de humillación y maltrato, puede terminar siendo difícil cuando, igual que Alonso Quijano, de tanto leer sobre lo mismo, terminas por creer que los molinos son gigantes, y que los otros, no tú, son siempre los equivocados, que ellos tienen que cambiar, tú nunca.

Quién admite derechos divinos o dedos de dictador se aleja claramente de la razón (el sentido, aunque se acerca al periódico), y tacha de sinrazón a quienes no comulgan o no se creen lo mismo que él cree o comulga, como si los hechos nos fueran revelados en piedra tallada o por rama ardiente. El ignorante vive en el desierto y por ello cree que la piedra que allí reposa tiene más derechos que todos y cada uno de los simples granos de arena que la rodean.

Creer que quien todo lo tiene, por el simple hecho de ser el compañero de cama de mujer nacida –que se confiesa tonta e ignorante por amor– del electo por un dios cualquiera o por un aniquilador que a su vez se creyó ungido del deber de salvar a un pueblo al que masacró de manera inmisericorde, es cuando menos, dogmático.

Bien haría quien tanto lee, siempre sobre lo mismo, en reflexionar sobre la obligación de todo ciudadano español de cumplir con las penas impuestas por los tribunales, pírricas, cargadas de benevolencia regia, que nos causan a todos gastos cuantiosos, a mayores de lo no recuperado por quien nos ha robado a todos. Quien ha sufrido sentencias repetidas por ser ladrón, comisionista, parásito social, entra en la cárcel para cubrir un expediente (ya veremos cómo se las arreglan para que su estancia allí sea todo menos dolorosa y por supuesto corta, muy corta), para hacernos tragar que quienes aún se creen con derecho de pernada ya no lo tienen.

Quienes tanto leen sobre nacionalismos y reinos, bien debieran, a veces, alzar su voz por lo que es de todos y clamar porque el cuñadísimo sea uno más, como cualquiera, y que nos devuelva todo lo robado.
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