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Lecciones de historia

24/01/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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A punto de cumplir los 104 años y en el anonimato en el que pasó su vida, falleció esta semana en León Josefina García Flórez, una babiana de Truébano cuya historia daría para un libro. En el obituario que de ella publicó en este periódico Fulgencio (el apellido, Fernández, sobra en este caso) decía, en efecto, que la vida de Josefina García Flórez era una lección de historia, la de una persona a la que, como a tantas otras, la guerra civil se la cambió por completo. En el caso de Josefina, convirtiéndola en una exiliada durante medio siglo, que fue el tiempo que vivió en México D.F., a donde llegó tras múltiples peripecias en uno de aquellos barcos que el presidente mexicano Cárdenas (¡que ejemplo para los estadistas europeos actuales, que cierran las fronteras a los que vienen huyendo de las guerras de hoy en día!) puso a disposición de los republicanos españoles, antes de poder regresar a España. Atrás, Josefina había dejado enterrado en la capital mexicana a su padre, Mariano García Lorenzana, el maestro con el que partió una noche andando desde su pueblo por las montañas en dirección a Asturias ante el aviso de que iban a ir a buscarlo los falangistas y con el que peregrinó por los distintos frentes de guerra españoles y por los campos de concentración franceses antes de acabar en México, de dónde el maestro babiano nunca regresó. Josefina lo hizo cincuenta años después y lo que se encontró en León fue una familia diezmada (su hermano mayor, Justiniano, había sido ‘paseado’ en la guerra civil y de sus hermanas ya habían muerto tres, al igual que su pobre madre), pese a lo cual nunca perdió la sonrisa ni la transparencia de unos ojos en los que parecían flotar las montañas de Babia, aquellas que cruzó una noche a pie acompañando a un padre cuyo único delito era haberse adelantado mentalmente a la España tridentina y atrasada de su tiempo.

Dice la finlandesa Eliina Likanen, autora de un estudio sobre la guerra civil española a través de cuatro novelas, que al de la historia y al de la memoria hay que añadir un tercer estadio, que es el de la posmemoria, esto es, el de la memoria heredada por una generación que no vivió unos acontecimientos pero que los conoció por boca de sus protagonistas (los dueños de la memoria) y que es diferente de la historia, que corresponde hacerla a personas ajenas a ellos y desde la objetividad. Siguiendo esa teoría, España ha entrado ya de lleno en la época de la posmemoria, pues los protagonistas de la guerra civil (los dueños de su memoria) se han muerto ya casi todos o está a punto de que así sea. Que sus historias, grandes o pequeñas, trágicas o menos trágicas, no desaparezcan también con ellos es responsabilidad de todos nosotros y no solamente de los historiadores. Porque la historia con letras grandes se nutre de esas historias pequeñas que son las vidas de sus protagonistas. Vidas como la de Josefina García Flórez, que son lecciones de historia siquiera sea por su ejemplaridad.
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