david-rubio-webb.jpg

Lección vomitiva de Historia

19/11/2017
 Actualizado a 16/09/2019
Guardar
Decía Juan Cueto, el gran sabio de la comunicación social de este país que, como tal, no imparte doctrina cuando habla e intenta vivir en el anonimato, que el éxito de la serie ‘Sexo en Nueva York’ había sido atreverse a desvelar el que hasta entonces era uno de los grandes secretos de la humanidad: ¿De qué hablan las mujeres cuando están a solas? No es que los hombres y las mujeres nos entendamos mejor desde entonces, pero ayuda conocer el argumento de esas conversaciones que calificar ahora de infinitas supongo que puede ser a su vez calificado de micromachismo. Esta semana, en cambio, hemos podido saber de qué hablan algunos políticos cuando hablan de sus negocios más oscuros, cuando dejan de ser políticos políticamente correctos. A la salida de la cárcel, a Ignacio González le esperaban un Jaguar y una retahíla de filtraciones lo suficientemente patéticas como para no volver a pisar la calle en su vida y solicitar el regreso a su celda por su propia voluntad. Esa extraña coincidencia, unida a la aún más extraña de que Esperanza Aguirre dimitiera justo antes de que empezaran a detener a los que fueron sus consejeros, daría para perderse por los derroteros de las teorías conspirativas, pero en las grabaciones uno puede apreciar la categoría intelectual de los protagonistas y comprobar que no serían capaces de trazar más planes que el de coger el dinero y echar a correr, unos a Colombia y otros al armario de la casa de sus suegros. El cine y la televisión nos han mostrado a los mafiosos como seres sin escrúpulos pero reflexivos y educados, aunque en la realidad parece que son sólo sin escrúpulos. Como viene siendo tradición en la historia de la corrupción española, que ya reúne material para varios coleccionables, da igual que el nombre de la trama esté en español o en alemán, da igual que rinda homenaje a las guerras púnicas o que haga referencia a un pueblo o a un apellido porque, tarde o temprano, por alguna parte aparece la provincia de León. Ya se sabe que aquí hay empresarios capaces de ponerle voz al mismísimo Papa o de llevar un millón de euros en un maletín y argumentar que eran para consumo propio, consejeros rojos que fraguan fortunas con tarjetas negras y políticos que subrayan los párrafos más interesantes de las licitaciones de los contratos públicos. Pero en el caso Lezo y las escuchas a Ignacio González la provincia de León ha aparecido dentro de una vomitiva lección de historia, la que le ofrece al acusado el que fuera último gobernador civil de Palencia: «Paradójicamente esos puticlubs de autopista están donde estaban las casas de putas de la León Legio VII romana, donde paraban los legionarios de Roma que venían de Tarragona hasta León». A parte de que alguien debería explicarle las diferencias entre paradójica y curiosamente (por lo que se ve también entre servir y robar), a parte de la repugnancia que produce escuchar un diálogo sobre burdeles entre dos individuos que sin duda parecen entendidos en la materia, las grabaciones no resultan sorprendentes pero sí preocupantes porque vienen a confirmar su similitud con esas conversaciones de pueblo que no te hace falta escuchar para saber que se están propagando por todas las cocinas, esa amarga certeza de saber lo que está pasando sin la necesidad de verlo.
Lo más leído