‘Le Parc’ y el beso más largo jamás bailado

Cines Van Gogh retransmite este jueves desde la ópera de París en ballet de Angelin Preljocaj. Una coreografía contemporánea en torno al despertar del amor, sobre música de Mozart

Javier Heras
16/06/2022
 Actualizado a 16/06/2022
Una imagen del ballet ‘Le Parc’ que este jueves se exhibe en Cines Van Gogh.
Una imagen del ballet ‘Le Parc’ que este jueves se exhibe en Cines Van Gogh.
En la historia del cine, pocos besos han logrado igualar el que rodó Hitchcock en ‘Encadenados’, con Ingrid Bergman y Cary Grant. El desenlace de ‘Le Parc’ sube aún más la apuesta: los dos protagonistas, descalzos y en camisón, se abrazan y no despegan sus labios durante casi un minuto, en el que siguen bailando y girando. Describirlo con palabras no le hace justicia: es un momento inimitable, un recurso vanguardista de poderoso romanticismo. Esta escena icónica ya se ha instaurado en la cultura popular e incluso aparecido en anuncios (como el de una famosa aerolínea francesa). El ‘pas de deux’ justificaría por sí solo cualquier ballet, pero la creación de Angelin Preljocaj va más allá. Concebida en 1994 y estrenada en París, ganó el premio Benois de la Danse antes de recorrer el mundo y consolidarse en el repertorio.

Este jueves a las 20:00 horas, Cines Van Gogh retransmite desde la ópera de la capital francesa una grabación de 2021, cuando la compañía representó ‘Le Parc’ a puerta cerrada. Como protagonista, Alice Renavand, protegida de Pina Bausch que lleva bailando el papel toda una década.

Ballet en tres actos, unos 95 minutos, narrativo pero con tintes abstractos, nos sitúa en un jardín francés del siglo XVIII para desarrollar una historia de amor completa, desde la primera chispa hasta su consumación. Dos jóvenes despiertan a los sentimientos, en distintas fases (timidez, atracción, confianza…), asociadas a momentos del día. Cuatro misteriosos jardineros ejercen de anfitriones; no queda claro si representan a Cupido, el destino o las rígidas reglas sociales. Preljocaj se inspiró en la literatura de la Ilustración, con novelas como ‘Las amistades peligrosas’, que teorizaban sobre el deseo, la seducción y otras emociones humanas.

De un primer vistazo, ‘Le Parc’ puede parecer antiguo: los personajes van vestidos como aristócratas del Siglo de las Luces, y la música que suena es de esa misma época (Mozart). Sin embargo, su fuerza reside en el contraste. De ahí los decorados, casi industriales, de acero; o los insertos de sonidos electrónicos que firma el artista serbio Goran Vejvoda. Aunque en ningún apartado se aprecia más que en la propia coreografía: este agitador cultural francés (París, 1957), de padres albaneses, define su estilo como «una especie de esquizofrenia». Se formó como bailarín clásico, pero también se introdujo en la danza expresionista alemana con la maestra Karin Waehner, y en la escuela contemporánea norteamericana junto a Merce Cunningham. Una, impulsiva, volcánica, basada en la liberación de emociones; otra, racional, fría, articulada a partir del puro movimiento.

Así, su lenguaje resulta muy moderno en la exploración de los instintos primarios, casi fauvista, o en el preciso retrato psicológico de los personajes. Sin olvidar la naturalidad de los gestos, que traducen literalmente los de nuestra vida cotidiana: una mirada por encima del hombro, unas manos que se sueltan.

Por el contrario, los referentes clásicos aparecen en las formaciones geométricas, en el equilibrio, la sutil sensualidad (un tobillo, un giro de muñeca), el protagonismo del cuerpo de baile (tanto o más que la pareja), los guiños a maestros como Fokine o Marius Petipa, la mesura y sobriedad generales. Todo ello acompañado de las melodías del compositor de ‘Don Giovanni’, siempre elegantes y organizadas. No emplea extractos vocales, sino instrumentales: de sus conciertos para piano (el 14, el 15, el 23), de sinfonías (‘Linz’), de cuartetos, adagios, divertimentos, serenatas, como la ‘Haffner’ y la ‘Pequeña serenata nocturna’…

El experimento fue arriesgado, pero casi tres décadas más tarde perdura como una obra maestra indiscutible. Sin duda la más conocida de Preljocaj, que desde la fundación de su propia compañía en 1984 ha producido títulos tan destacados como ‘Annonciation’ (1995), ‘Romeo y Julieta’ (1996, 2015) o ‘La consagración de la primavera’ (2001). Sus coreografías brillan por la musicalidad, la belleza de las líneas y los espléndidos duetos, con puntuales exigencias de virtuosismo. Deliberadamente, rompe algunos códigos clásicos: si durante siglos la danza siempre buscó lo liviano y ligero (no hay mejor ejemplo que las bailarinas elevadas sobre puntas), él explora una línea menos etérea, más terrenal. A partir de la propia gravedad, genera movimiento, jugando con el peso del cuerpo de los bailarines, que se dejan caer o ser transportados.
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