12/12/2019
 Actualizado a 12/12/2019
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El agravio divide. El provincianismo divide. La improvisada lista de naciones de Miquel Iceta que no sabría repetir con exactitud, que siempre sería otra según dobles la Historia, divide. Las declaraciones del alcalde de León insistiendo una y otra vez en azuzar los rescoldos del leonesismo excluyente divide. La coletilla de proponer una autonomía propia «dentro de la legalidad» cuando la propuesta misma desarma las costuras constitucionales suena al discurso tramposo del independentismo catalán. Ha repetido mil veces Pedro Sánchez que el problema en Cataluña no es la independencia si no la convivencia y paradójicamente es el sanchismo de provincias el que constantemente resucita todos los debates enconados de las viejas Españas. El socialista José Antonio Diez pidió el Día de la Constitución «autogobierno, reconocimiento y derechos» para una región leonesa. Le faltó exigir un referéndum a Mañueco y el lazo carmesí en la solapa.

Y con este PSOE el problema sí, presidente Sánchez, es la convivencia. Porque la persistencia de Diez las últimas semanas prometiendo (como Torra en Cataluña) que León solo sería mejor, incluso que sería distinto… divide. Está obligando a la sociedad leonesa a proclamar su bando, a embarrase en el fango de las identidades recelosas. Y así se tensionan sindicatos, organizaciones empresariales, partidos políticos y el vermut de sábado. Leonesistas o autonomistas. Dividir es peligroso, imprevisible e irresponsable.

«Después de casi medio siglo de paz, ¿qué sabían las grandes masas de la guerra? No la conocían. Apenas habían pensado en ella. Era una leyenda y precisamente la distancia la había convertido en algo heroico y romántico». Lo escribió Stefan Zweig en ‘Las primeras horas de la guerra de Europa’ y hablaba sobre el ansia de muchos jóvenes por alistarse, por entregarse a las banderas solo porque había que defenderlas. Este PSOE divide, incluso a sí mismo. Divide y vencerás, si la victoria es gobernar.
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