Las torres de refrigeración de la central térmica de La Robla

Manuel María Urueña Cuadrado
19/05/2022
 Actualizado a 19/05/2022
La demolición de las torres de refrigeración de la central térmica de La Robla efectuada el día 6 de este mes ha suscitado una especial atención de los medios y del público. Desaparecía un signo muy destacado y espectacular del paisaje roblano.

El derribo de esas dos estructuras de hormigón armado de 100 metros de altura fue muy espectacular y rápido; solo duró unos pocos segundos. Muchos estuvimos cerca para despedirlas.

Con esta ocasión me parece adecuado exponer algunas ideas y recuerdos sobre aspectos particulares de estas torres.

La torre de refrigeración de una central térmica o nuclear, es un elemento muy importante del ciclo termodinámico en el que se basa su funcionamiento; forman parte del «foco frío» del ciclo, dentro del circuito de refrigeración junto con el condensador de la turbina, tuberías y válvulas diversas. Se instalan siempre que no hay cercano un río grande o el mar y es necesario un circuito cerrado de refrigeración.

En las torres se disipa a la atmósfera del orden del 50 % de la energía contenida en el combustible empleado, en el característico penacho de vapor de agua que sale hacia el cielo; es esta pérdida de energía una necesidad inevitable en cualquier ciclo termodinámico cerrado, impuesta por el llamado «segundo principio de la termodinámica».

En los últimos años 60 del siglo pasado en que se inició el proyecto del primer grupo de la central de La Robla, me correspondió estar en el equipo que comenzó el proyecto en la empresa Hidroeléctrica de Moncabril. Esta empresa lideró el proyecto que comenzó con una colaboración con otras que temporalmente formaron una unión especial para este caso: Unión Eléctrica Madrileña, Endesa, Hullera Vasco Leonesa y Hulleras de Sabero. Entre estas, las empresas eléctricas necesitaban más energía y las empresas mineras vender el carbón que perdía sus consumidores tradicionales. Los acuerdos de colaboración dieron pronto paso para iniciar los trabajos del proyecto.

Del estudio de localización de la central resultó La Robla como el emplazamiento más conveniente; sin embargo, el río Bernesga no tenía un caudal suficiente para una refrigeración en circuito abierto y se hacía necesario usar una torre de refrigeración.

Se estudió cual sería el tipo de torre más conveniente; como consecuencia de ese estudio, publiqué un artículo en el nº 313 de agosto de 1967 de la revista especializada ‘Luz y Fuerza’ en el que se mostraban las ventajas de una torre de refrigeración de tiro natural. En el resumen del artículo se decía:

« Cuando haya que recurrir a la refrigeración en circuito cerrado, lo que ocurrirá en centrales de gran potencia, no será de interés conseguir vacíos pronunciados en el condensador. Las torres de tiro natural no utilizadas en España hasta la fecha, podrán tener interés en los próximos años debido a que aumentará el coste de combustible, el número de horas de utilización y el tamaño de las centrales».

Así, ocurrió que la torre del Grupo I de La Robla fue la primera de tiro natural instalada en un gran grupo térmico; antes, por ejemplo, en la central de Soto de Ribera, Asturias, se usaron torres de tiro mecánico, cuya altura en mucho menor y en las que el aire se impulsa con grandes ventiladores.

Posteriormente, todas las nuevas centrales térmicas y nucleares con refrigeración en ciclo abierto enEspaña utilizaron torres de tiro natural, muy usadas en Europa pero muy poco en EU hasta entonces; la razón principal de esta discrepancia era el menor coste del combustible americano. Solo una excepción: en la central térmica de Andorra, en Teruel, se construyó una torre seca del tipo Heller, por la extrema escasez de agua.

En el segundo grupo de la central que comenzó a funcionar en 1983, también se construyó una torre similar, de la misma altura. Ambos grupos, de 270 y 350 MW respectivamente, estuvieron en operación hasta1920.

En las torres de tiro natural, el agua del circuito de refrigeración se hace circular en contracorriente con el aire ambiente que se mueve por el «efecto chimenea» creado por la estructura de la torre, que tiene una forma muy parecida a un hiperboloide de revolución. El aire asciende desde el espacio abierto en la parte baja de la torre y el agua desciende resbalando en miles de placas verticales en las que se enfría a costa de la pérdida del calor de evaporación de una pequeña parte de su caudal que sale en forma de vapor por la parte superior de la torre, formando su penacho característico.

Durante la operación de la central, un objetivo muy importante es conseguir un buen funcionamiento de la torre pues su influencia en el rendimiento de la central es muy acusado. Este objetivo fue siempre primordial en la operación de la central.

Teniendo en cuenta que a veces podía estar funcionando solo uno de los dos grupos, en la central de La Robla se ideó un sistema de operación que no se conocía en otras centrales: el de uso simultáneo de las dos torres para refrigerar el grupo que funcionara; con esta solución el rendimiento del grupo en operación mejora notablemente.

Especialmente destacable ha sido el rendimiento conseguido en la central de La Robla a lo largo de su vida útil, consecuencia de un excelente trabajo de todo el personal de la central. En el libro del Ministerio de Industria publicado en 1988 en el que se detallan los rendimientos de los grupos térmicos de carbón de España los dos grupos de La Robla ocupan un lugar muy destacado.

La obtención de una mejora en el rendimiento se traducía en conseguir una producción más barata y a la vez una menor emisión de gases en la chimenea. Dicho de otra manera, se consumía menos combustible por cada kWh producido y como consecuencia se disminuían las pérdidas de energía y la emisión de residuos sólidos y gaseosos de la combustión en los gases de salida de la chimenea.

El pasado día 6 quienes hemos trabajado en la central de La Robla muchos años y estuvimos presenciando el derribo de las torres, sentimos una pena especial. Sin embargo sabemos que la vida útil de una central es limitada y su final es inevitable. Los materiales de sus equipos más importantes sufren durante la operación un envejecimiento por fatiga; los dos grupos de la central de la Robla han funcionado más horas de las que se previeron en su diseño, especialmente el Grupo 1.

El cierre de las centrales de carbón supone un cambio de era en la forma de generar la energía eléctrica en España; afortunadamente los numerosos proyectos de parques eólicos y fotovoltaicos sustituyen rápidamente a las centrales de carbón cerradas.

Por otra parte, sería una continuación muy positiva y consecuente que en La Robla se instalara una industria de producción de hidrógeno que consumiera la gran cantidad de energía que necesita, y que esta fuera producida en las nuevas centrales de energía renovable. El emplazamiento en el que se construyó la central que ahora se derriba tiene también condiciones muy apropiadas para ser el lugar de emplazamiento de la industria de producción de Hidrógeno «verde».
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