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Las rondas pequeñas

05/03/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Con permiso de la vulva y el pene, el debate de la semana ha girado en torno a si se debe escribir ‘sinpa’ o ‘simpa’. No enriquece mucho el pensamiento crítico contemporáneo, pero es mucho mejor que debatir sobre la sucesión en el PP o si el mortero empleado en la Plaza del Grano es bastardo o noble. Los académicos tuvieron que enterarse primero del significado del neologismo, a pesar de que lo practican con asiduidad, y se dividieron entre los que opinaban que se debía escribir ‘sinpa’, por ser una abreviatura de «sin pagar», y los que apostaban por ‘simpa’, por aquello de la m antes de la p. Se trata de una costumbre ancestral que hemos practicado mayores y pequeños, en todas las épocas, en todos los pueblos y ciudades, en todo tipo de bares, unos por olvido real y otros por descuidos intencionados. Lo de salir a fumar fuera ha abierto las posibilidades del escaqueador, aunque hay determinados lugares, como La Bicha, en los que nadie se atreve a irse sin pagar, no sea que la morcilla te vaya a repetir después en todos los sentidos. El escaqueador o la escaqueadora es ese tipo de personaje que, cuando llega la hora de pagar, se va buscando por todos los bolsillos, como si cada día se guardara el dinero en un lugar distinto, para dar tiempo al resto a sacar antes sus carteras.En el caso de que los amigos conozcan su hábito y le den tiempo hasta encontrar lo que está buscando, saca el pañuelo y se suena sin mocos. Cuando se siente observado y no le queda más remedio que pagar, nadie le quita las rondas pequeñas. El caso es que la vieja costumbre de irse sin pagar ha adquirido esta semana en el Bierzo una nueva dimensión. En un bautizo celebrado en Bembibre, a los postres, desaparecieron los 120 comensales. Tiene mucho peligro la euforia de los postres: no en vano fue el momento en que Rodolfo Martín Villa creó esta comunidad autónoma. El dueño del restaurante salió a la calle y se puso delante de los coches que salían quemando rueda, pero, si no se aparta en el último momento, le pasan por encima. En Ponferrada, en una boda, se esfumaron 160 invitados, sin la necesidad de salir a la calle bailando la conga, como se contó en los mentideros de las redes. Se quedó tocando la orquesta, que ellos mismos habían contratado, para ponerle la banda sonora de Kusturica a la escena. Los músicos, de la que iban bajando el compás, ponían cara de que a ellos tampoco les habían pagado. Ya hablan de una banda organizada, y desde luego hay que estar muy coordinado para hacer desaparecer a 150 personas en unos minutos, a no ser que practiquen una versión extrema del popular juego ‘paga el último’. Y también hablan, y no tardaron, de que se trataba de ciudadanos del Este de Europa, como si eso explicara algo. A poco que cualquiera de ellos haya seguido la actualidad española para preparar el examen que les hacen para conseguir la nacionalidad, habrá comprobado que darse el banquete e irse luego sin pagar la cuenta es algo cada vez más característico de este país, puesto que se ha practicado históricamente en empresas, cajas de ahorro, ayuntamientos, diputaciones o ministerios, y que lo del ‘sinpa’ o ‘simpa’ lo ejerce aquí hasta el que firma los billetes... y hasta el que aparece en las monedas.
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