Las rogativas de Don Rogacio

Don Rogacio el Párroco y sus rogativas a los santos en plena sequía

Saturnino Alonso Requejo
13/07/2022
 Actualizado a 13/07/2022
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Es el caso que, desde finales de Febrero que había dejado de nevar, no había vuelto a caer ni una gota de agua. De modo que los sembrados no levantaban cabeza; en los llamargos no apuntaban las capilotas moradas; y no había reverdecido la herradura de los serales de primavera.

Así las cosas, cada vez que los hombres se juntaban en la bolera, para lamentarse de la sequía, el RENIEGAS metía los pulgares en el cinto y decía:
¡Esta ‘primavera’ tenemos el santo de culo!

Y escupía sobre sus madreñas como si sacara de dentro un pegujal amarillento.

Y las mujeres, con las manos en los mandiles, le decían al Párroco:

– ¡Don Rogacio: échenos cuanto antes las Rogativas, que tenemos los huertos en barbecho y las fuentes en escosura como las vacas primerizas.
Don ROGACIO, el Párroco, era buen cazador con perro. Tenía siempre la escopeta a punto, y la utilizada con más presteza y puntería que el hisopo y el Agua Bendita. Y, en aquella primavera escasa, se confiaban más las perdices.

Tanto le habían importunado las devotas con lo de las Rogativas, que al domingo siguiente anunció a la feligresía:

El día de san Marcos, 25 de abril, echaremos las Rogativas de los Santos, ya que tanto me lo rogáis. Pero, lo que es llover, DE LLOVER NO ESTÁ.
Llegada aquella fecha, salieron las Rogativas de los Santos a rociar con Agua Bendita las huertas sedientas. Tres días seguidos de Rogativas: las mujeres devotas con sus velos negros; los hombres, a boina quitada; y los rapacines, saliéndose de la fila con el cabreo del Señor Maestro.  La cruz alzada la llevaba el RENEGAO; y los faroles, el tío Demetrio y el tío Pancracio que era el Pedáneo. Y algunas mujeres, muy devotas ellas, se cuchicheaban porque el Señor Cura procesionaba, como siempre, por el camino de su huerta de él; y que gastaba toda el Agua Bendita en rociar sus frutales por encima del muro. Y la Casilda, que era muy de iglesias, le decía a las otras:

– ¡Chachas, donde hay Patrono no manda marinero!
Las ROBIGALIAS romanas las había cristianizado San Gregorio Magno en el año 604. Y ahora sonaban las Letanias Mayores por el camino de los huertos, comprometiendo a toda la Corte Celestial.

Pero Don Rogacio el Párroco, aunque no lo dijera en voz alta, seguía diciendo para los botones de su sotana:
Bien están las Rogativas. Pero, lo que es llover, ¡DE LLOVER NO ESTA!

Y vaciaba el calderil del Agua Bendita sobre su huerta con una docena de árboles frutales.

Y los niños, con su natural desparpajo, hacían sus propias Rogativas por las calles cantando a voz en grito:

«Que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva.
Los pajarillos cantan, las nubes se levantan.
¡Que llueva a chaparrón con azúcar y turrón».

Pero Don Rogacio seguía diciendo: Lo que es llover, DE LLOVER NO ESTA.

Porque Don Rogacio tenía una fe terrosa, pendiente de los terrones y del nublo.
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