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Las razones del buey

01/06/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Cuando en el ‘Libro de las bestias’ de Ramon Llull, la asamblea de los animales decide elegir al león como su rey, el buey discrepa, y alega que el león no merece ese cargo porque tienen la mala costumbre de alimentarse de los demás; y propone para el puesto al caballo porque es «bello, humilde, ligero, nada orgulloso, y no come carne».

De haber razonado así los humanos leoneses tal vez no habríamos elegido tan a la ligera a nuestros representantes en los ayuntamientos, diputaciones, y comunidades, el pasado domingo 24 de mayo de feliz recordación. Y es que mantener en sus sillones a ciertos sujetos, cuya trayectoria de carnívoros es del dominio público, y que no parecen ahítos después de devorarse todo, (la minería, la ruralidad, la enseñanza, la obra pública, la sanidad) parece al menos un acto de irresponsabilidad. ¿No tendría razón el buey?

No estaría de más traer aquí todo el relato de Ramón Llull y comprobar los desastres de la elección, pero ni este cronista es un sabio catalán, ni este es un tratado de moralidad, así que nos conformaremos con glosar la variedad de razones que pudieran haber asistido a cada cual para, a la hora de depositar la papeleta en la urna, decantarse por unos o por otros, tal vez lastrados por el consabido y mendaz aserto de que al cabo va a dar igual.

Las razones del buey indudablemente pecan de generosidad y van teñidas de temor y autodefensa. Omite que el caballo va a ser montura del poderoso, al que trasladará de aquí para allá, bien para lucir su figura ante las mujeres de la tribu,bien para llegar hasta el último rincón de sus posesiones para imponer su autoridad y disciplina. El caballo, si bien herbívoro, tiende a dejarse acariciar y marcar el paso español si se lo demandan.

Quienes gastamos canas en cantidad, solemos tender a posicionarnos al lado de la zorra, que trata de aconsejar a los demás escondiendo sus verdaderos propósitos, acaso porque es consciente de que se trata de un viejo problema sin solución y al que no merece dar más vueltas que las debidas y tragar saliva y continuar viviendo. Las razones del buey adolecen de exceso de irrealidad; pues el pobre animal sabe que su destino es trabajar y callar y ser sacrificado en su momento para manutención de la comunidad. Pero, puestos a desatinar, mejor hacerlo como Don Quijote, sin motivo alguno, ya que la utopía no necesita apoyatura moral alguna, sino generosidad e inteligencia.
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