19/06/2022
 Actualizado a 19/06/2022
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Tenía cita obligada con Antonio Pereira, ese monstruo leonés del cuento, berciano para más señas, en la semana que noventa y nueve velas de aire conmemoraron su nacimiento. A veces las casualidades existen y, cuando uno anda rumiando cómo encarrilar el tema, las cosas llegan rodando, se concatenan pasado y presente, ficción y realidad, literatura y política se mezclan de forma espontánea y fluyen solas las cosas. El Bierzo, sus peras, una mala noticia y Pereira que, de estar vivo, hubiese exclamado al leerla: «Coño, pero si este cuento lo escribí yo hace años». Y sería casi cierto.

Pues sí. La historia de la semana lleva escrita cuarenta años. ‘Las peras de Dios’, se titula. Noticia que, si no fuera por el daño que produce a esta provincia, en especial a la tierra que parió al escritor, podría resultar tan cómica como su cuento y como el cabreo de la abuela Társila cuando, el mismo día que recogen la cosecha de peras, lee en el ABC que llegan a España diez mil toneladas de peras importadas, a cambio de que los países de fuera nos compren zapatos. Társila, incapaz de entender esos truculentos tratos y apaños de los que mandan, decide que antes de que se pierda, comerán ellos mismos la cosecha entera. Y así empezó el empacho colectivo de una familia que desayuna, come y cena peras, día tras día, lo que dura un verano. Exquisitas tostadas de mermelada de pera sobre rebanadas de pera. Peras empanadas, gratinadas, rebozadas o fritas, sustituyendo a carne y pescado. Peras con arroz y arroz con peras. Timbal de peras. Peras con leche… Y de postre, peras a secas. Hasta al abuelo Criso, con esa costumbre tan nuestra de tomar las doce, le preparaba su compota de pera con vino y canela. Todos los alimentos sustituidos por el fruto de sus árboles, aliñados con imaginación, tozudez y recetas de cocina extranjera, cuando su fuente de ideas empezaba a secarse.

Pues la misma cara de cabreo que a la abuela Társila se nos quedó por estas tierras cuando la Asociación Berciana de Agricultores (ABA) sacó a la luz la increíble operación de Gerardo Dueñas, Consejero de Agricultura y Ganadería de Castilla y León. Aquél que prometía en encendidos discursos electorales, apoyar y levantar el sector agroalimentario de esta Comunidad. Tanto era el deseo de VOX de hacer florecer nuestros campos, que exigieron llevar esas competencias, como condición para permitir gobernar a su cómplice. Y llegado el momento de demostrar tan desaforado amor por la tierra que le paga el sueldo, el Señor Gerardo Dueñas debuta comprando peras a una empresa granadina, que a su vez se las compra a Lérida, para abastecer los comedores escolares de Castilla y León. Operación que no parecerá esperpéntica a quien no sepa que aquí tenemos una comarca llamada Bierzo, segunda productora de peras de España. Y esto se gesta mientras aprueban el Proyecto de Ley del que hablamos la semana pasada, que obliga a TODOS los eslabones de la cadena alimentaria a seguir unas normas, buscando mejoras económicas, sociales, ambientales y éticas. ¿Cuál de esos cuatro requisitos cumple el eslabón llamado Gerardo Dueñas, llevando peras de un extremo del país a otro, con mayor producción de ellas? Suena tan a Jaimitada que nuestros niños coman peras ‘importadas’ de la otra punta de España, mientras las cosechas de sus padres buscan salida, que hace falta una Társila para inventar una reacción comparable al despropósito.

El cuento acaba cuando al abuelo Criso, en lugar de su compota de peras con vino, le sirven peras con leche y hasta para él, capaz de soportar que por sus venas corriera zumo de pera, el cambio de vino por leche fue el detonante que le hizo lanzar la compota gritando ¡Las peras de Dios!Y se fue con su violín, rumbo al reguero, buscando un suicidio que quedó en simple mojadura.

Si Pereira acabó su relato sin aclarar por qué la abuela Társila cambió aquel día el vino por leche, desatando la ira del esposo, los ciudadanos del Bierzo no tienen intención de acabar este cuento con incógnita ninguna y exigen una explicación de Gerardo Dueñas. Resulta tan difícil de entender una operación tan rocambolesca que quizá todo haya sido un error o un bulo inventado por mentes malpensantes. Seguro que su propósito era vender a los comedores escolares granadinos la producción de peras de la Comunidad que le paga el sueldo y entre trato y truco, porcentajes y cálculos, acabó comprándoselas él a quien no las produce, sin saberse aún cuántos pares de zapatos cerraron tan magistral trato. Ojalá haya anotado ya en la libreta de cosas importantes: «No mandar hierro a Vizcaya ni peras a León, que ésos no se chupan el dedo y la lían». Mantengamos la fe que igual hoy se enmiendan las cosas, Andalucía corre nuestra misma suerte, VOX pisa moqueta y su homólogo andaluz nos compra aceitunas que les haremos llegar vía Zaragoza (…)

Como ‘Las peras de Dios’ ya está cogido, vamos a titular el segundo cuento de las peras del Bierzo ‘Las peras del diablo’. Seguro que Pereira estaría de acuerdo.
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