Las panderetas de Casares no se cansan

Las pandereteras de Casares recibieron en su tierra, Villamanín, un más que merecido homenaje en el que participaron músicos de León y Astorga, aunque ya avisaron que no contemplan retirarse

Fulgencio Fernández
14/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Las pandereteras de Casares escuchan las buenas cosas que de ellas se decían; pero también acabaron cogiendo las panderas, lo suyo. | MARIO GONZÁLEZ
Las pandereteras de Casares escuchan las buenas cosas que de ellas se decían; pero también acabaron cogiendo las panderas, lo suyo. | MARIO GONZÁLEZ
Un homenaje a las Pandereteras de Casares no se entendería sin que ellas lo cerraran «agarradas» a la pandera. Lo hicieron. Tocaron tres piezas y cuando Mario, El Jilguerín de Casares, les dijo: «bueno, gracias, dejarlo que ya estaréis cansadas» rápidamente Cilinia le corrigió: «Nosotras no nos cansamos nunca». Que también era un aviso para navegantes pues «a gente de nuestra edad cuando nos hacen un homenaje parece que es porque nos retiramos, que no es el caso».

Mucho mejor así. Lo que no quita para coincidir en lo merecido del reconocimiento después de una vida cantando, tocando y manteniendo las tradiciones y las coplas de su tierra.

A la llamada del homenaje a las Pandereteras de Casares —Ángeles, Cilinia, Nieves y Marucha— acudieron músicos y estudiosos de todas partes, «y si se lo hubiéramos pedido a otros tantos vendrían encantados».

En el Salón del Hogar del Pensionista de Villamanín estaba, cómo no, su paisano, Mario González ‘El Jilguerín’ de Casares; Rodri Martínez, el de Tarna, que tocó a dúo con Mario; David ‘Omaña’, artífice del disco que hay publicado con temas de ‘las pandereteras’; el estudioso y músico Roberto Álvarez y un nutrido grupo llegado desde Asturias, Perendengue, de Cangas de Narcea.

Todos ellos reconocieron la deuda que la música tradicional y la vida comunal tiene con estas mujeres, que han recogido y perpetuado, como ellas mismas explican, «los cantares que escuchamos a nuestros padres y a nuestros abuelos... y a la pandera, a base de darle todo el invierno en la cocina se le coge el truco». También agradecieron la idea del Ayuntamiento de Villamanín de reconocer a Ángeles, Cilinia, Nieves y Marucha.

Quien tomó la palabra en nombre de todos fue, lógicamente, Mario, no en vano se apellida «de Casares» como las pandereteras. El Jilguerín guardaba una sorpresa, había preparado unas coplas a Casares que interpretó al rabel, en estreno mundial: «En el pueblo de Casares, / dos cantinas hubo antaño. /Una en el barrio de arriba / y otra en el barrio de abajo. // Se compraban comestibles, en casa del Tío Jamín, /el que quería tabaco, / en casa el Tío Manolín. // Desde las eras del Fuesio, / hasta el Alto del Lutero, / no había casa en el pueblo, / que no hubiera filandero. //(...) Dos casas hay en Casares, / que son de gran interés, / una de ellas es la ermita, / la otra el molino de Andrés. // Y con esta me despido, / que vivan estos lugares. / Y gritad todos conmigo / ¡¡viva el pueblo de Casares!!».

Ya sólo quedaban unas palabras de las protagonistas, y fue Marucha la que tomó la palabra para decir algo tan corto como sincero. «Gracias».
«A vosotras», se escuchó a muchos de los que abarrotaban el salón.



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