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Las palabras justas

29/09/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Dice el poeta y narrador Tomás Sánchez Santiago que nunca oyó a nadie tener una relación tan justa y exacta con las palabras como a los zapateros remendones que iban a la tienda de curtidos de su padre, en la calle Feria de Zamora.

«Hablaban con las palabras justas», asegura. Esa precisión le marcó y la recordó este jueves en la presentación en Ponferrada de su nueva novela ‘Años de mayor cuantía’. Así subrayaba, como corresponde a su labor, la importancia de las palabras.

Las palabras dichas o escritas ya no vuelven atrás. Pero, ¿y lo que gusta una buena charla entre copas y algún fanfarroneo que otro? Qué bien lo sabe el excomisario José Villarejo. «Gente dura, correosa en los consejos de administración, le ponías una chorbita, se la tiraba... y muerto. ¡Pero la gente es más simple! ¡No he visto gente más tonta! ‘Vamos a hacernos los importantes’ y contaban las cosas para que la chica se sintiera cautivada», explicaba el excomisario, que tampoco debe de ser el más listo, ya que ahora duerme en el hotel dos estrellas de la cárcel de Estremera.

Las palabras justas y las justas palabras. Ni tan fácil. Ni tan difícil.

Los que tenemos esta manía de la escritura -y no digo ya cuando además se hacen columnas de opinión- disparamos palabras como flechas que huyen muy lejos, fuera ya de nuestro control. Sabemos también que a veces se acaban clavando en los lugares más insospechados. ¿Compensa el esfuerzo y el riesgo? A saber. Decía mi abuela que las manías y las jorobas tienen mal remedio.

De bocazas se han nutrido, y nutren, tantos casos judiciales que hasta alguien podría proponer que tener boca esté penalizado. En algunos casos, ya lo está.

En ocasiones también ocurre, decía Sánchez Santiago, que el lenguaje no descansa en las convicciones, sino en el énfasis. No en decirlo más claro, sino más alto. También es verdad que, a veces, vale más hablar que alzar el hacha.

El periodista Julio Camba afirmaba que el ciudadano que tiene un discurso dentro, acaba siempre por largarlo. «Todas las revoluciones han sido promovidas por hombres a los que no se les ha dejado colocar sus discursos», decía.
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