28/08/2020
 Actualizado a 28/08/2020
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Babel significa confusión. Existe un pasaje bíblico en el que un Dios iracundo castiga la soberbia de los humanos al pretender construir una torre que rozase un cielo que no les pertenecía. Como castigo, confundió sus lenguas y la imposibilidad de entenderse hizo fracasar la obra. Una historia aplicable a este mundo tan endiosado como confuso, donde se mezclan caóticamente la improvisación de los que mandan, la rabia de los que lo pretenden, el desconcierto de los cuerdos y la chaladura de los que, negando la evidencia, pretenden rozar un cielo «libre» con una conducta vergonzosa, ignorando que lo que defienden ni es libertad ni existe, que hasta en la selva, las fieras se rigen por normas no escritas, de supervivencia. Sería aceptable la simpleza de-mente de estos rebeldes sin causa que en una mascarilla ven una mordaza y en dos metros, una prisión, si no fuera que los tentáculos de su negacionismo son tan largos y letales que llevan la muerte desde la plaza de toros, la jarana nocturna o la manifestación del absurdo hasta los simples mortales. Cómo explicar a quien, en medio de una pandemia se rige por lo que reclamen sus vísceras y anteponen su derecho a la juerga sobre el derecho a la vida, de los demás, que entre su vida y la ajena hay un espacio llamado respeto, que están violando en pro de una «libertad» que se parece bastante a un pueril egocentrismo. 

Llegados a este punto, apetece echar el cerrojo, alejarse de esa jauría en la que cada uno ladra un idioma distinto, según sus filias y fobias. Disfrutar del entorno cercano y repasar los meses blancos de la agenda, en los que nació este caos. Hay páginas de frío no escrito, puertas cerradas, muerte, pijama, temores, café y más muerte. Una primavera rota, dolor, puertas abiertas, mascarillas y un verano. Naranjas a la orilla del río y tiempo para cavilar cómo algo tan refrescante puede ser una fruta de invierno. Hay aire, libros y amigos, asoman dos gatos y nace una niña. Julio Llamazares recita entre una ermita y un monte y un pájaro indolente picotea las tapas de una tasca. Momentos, retazos de vida. Hay de todo en mi agenda pandémica, menos esas cadenas que atan a los que necesitan bullicio para rellenar vidas huecas, incapaces de saborear un simple momento. Cuánta impotencia produce que seres humanos generen muerte por tan poca cosa. Cuanto frío, no poder entenderse, con un mismo idioma. Qué lejos…Y me da por pensar si no habrá naranjas todo el año porque en el mundo ya es invierno siempre.
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