Las máscaras de Sísifo

"Qué me queda, si renuncio. No cejaré en el engaño, probaré una y otra máscara, pujaré rocas mayores"

Casimiro Martinferre
11/10/2015
 Actualizado a 12/09/2019
Las máscaras de Sísifo. | CASIMIRO MARTINFERRE
Las máscaras de Sísifo. | CASIMIRO MARTINFERRE
Los dioses, para vengar las burlas de Sísifo, le impusieron un castigo asimismo burlón. Aunque aceptaron sus condiciones de permanecer inmortal, a cambiodedicaría esa inmortalidad a pujar una roca hasta la cima de un monte. Cada vez que culmina su penosa hazaña, Sísifo se siente liberado y feliz, pero sólo por un momento. A pesar de los esfuerzos por mantenerla en lo más alto, indefectiblemente la roca se escurre y rueda hasta el punto de partida, habiendo de reiniciar el trabajoso proceso. El griego Sísifo representa, entre otras facetas, la futilidad de la existencia, que ya antes plasmaron los egipcios mediante el Uróboros, serpiente mordiéndose la cola, o mucho antes el círculo rojo paleolítico que explica lo cíclico de la vida, inexorable pese al humano empeño en torcerla.

Una y otra vez cojo la cámara y la pluma, peñascos que cargo ladera arriba para sacar adelante este “Territorio”, para intentar de nuevo, en definitiva, un absurdo. Juntar puñados de imágenes y frases, con las cuales puedan establecerse diferencias, fronteras. Diferencias inexistentes, fronteras ficticias que sólo medran en cabeza humana. Todo en el hombre son fronteras tiradas con alambre de espino, muros.

Desde alguna cima o desde el recodo de un camino, más temprano que tarde pierdo el control de ese peñasco de imágenes y tinta, y se precipita al vacío. Pero no escarmiento, ligero al nuevo sol vuelvo a intentarlo. Intercambio máscaras para engañarme, como Sísifo, para emprender cada día un proyecto que no ha de conducir a parte alguna sino al absurdo, a engordar el propio ego.

En el creador –cuanto más ínfimos seamos empeora la virulencia- todo son espejismos, falsas expectativas, cantos de sirena. Le va dando forma a la quimera mediante perjurios. Comprueba en cien ocasiones que sus rumbos no conducen a ninguna parte, no tocan jamás buen puerto, al contrario hacen agua en todos los bajíos. Y aún así, con más ímpetu vuelve a enrolarse en otra aventura, porque hasta que se ahoga el creador desempeña únicamente oficio de náufrago.

A estas alturas de la vida, ya digo, el absurdo, la vanidad, le vencen a uno. Y no hay remedio para esto. Podemos certificarlo en los grabados de Goya, en particular “Hasta la muerte”, donde una vieja desahuciada se acicala ante el espejo. De nada sirve por tanto seguir adelante, pero qué se puede hacer, ¿cruzarse de brazos?, ¿dedicar las horas, como el prejubilado del carbón, a pedalear y a trasegar cerveza en el bar mientras cavan el hoyo?
Qué me queda, si renuncio. No cejaré en el engaño, probaré una y otra máscara, pujaré rocas mayores. Buscaré una roca más grande, le arrimaré el hombro con más ahínco hasta una cima mayor.

Bembibre, junio de 2012


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