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Las manifestaciones y el día después

18/02/2020
 Actualizado a 18/02/2020
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Las manifestaciones, como las huelgas, son un derecho constitucional. Desde que se inició la transición han sido numerosas las manifestaciones y huelgas que han tenido lugar en España y más concretamente en el Bierzo, especialmente en las cuencas mineras. Y la conclusión a la que hemos podido llegar es que, desgraciadamente, en muchos casos no han servido para nada. Recuerdo una huelga convocada con carácter indefinido en la empresa Combustibles de Fabero hace aproximadamente treinta años, con encierro de mineros incluido, en el Pozo Alicia. Le comenté a un sindicalista que más que indefinida iba a ser infinita y que seguro que el empresario estaba encantado, pues tenía interés en cerrarla. En efecto, desde aquel día aquella mina se cerró para siempre. Detrás siguieron otras por el mismo camino. Entonces estaba muy de moda la palabra reconversión. Es verdad que se recibió mucho dinero de Europa y que los mineros con sus prejubilaciones quedaron económicamente muy bien. Pero no se reconvirtió nada. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Nos alegramos de que haya sido un éxito de participación la manifestación del domingo, a pesar de coincidir con la hora de misa. Ignoramos hasta qué punto puede influir en los diferentes políticos, si bien es inevitable una cierta dosis de escepticismo y desconfianza, pues estamos cansados desde hace muchos años de oír las promesas de unos y otros, de uno u otro signo, sin que se note que se haya cumplido nada. Parece obvio que el ejercicio del derecho al pataleo o las lamentaciones por sí solos no conducen a ninguna parte.

La solución fundamentalmente solo puede venir de donde ha venido siempre. Una mirada, sin duda nostálgica, al pasado esplendoroso del Bierzo nos trae a la memoria a empresarios con iniciativa que decidieron crear riqueza y a unos políticos que crearon unas condiciones favorables, que tenían visión de futuro y de presente.

El pensamiento marxista, que en gran manera ha condicionado a una buena parte del mundo político y sindical, ha hecho creer que el empresario, más conocido por capitalista, es el gran enemigo del obrero, olvidando que es más bien el que se arriesga, mientras que otros viven holgadamente de la liberación de trabajar, pensando que todo se arregla con hacer ruido. Que conste que nos parece bien que la gente se manifieste, que tomemos conciencia de la situación, que se alce la voz para que nos oigan, pero que lo importante es el día después, los días después.
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