Las maletas de los comediantes

02/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Es una gozada ver las caras de los espectadores que, por ejemplo, salen de las galas internacionales del festival León Vive la Magia. Sonríen y escuchas palabras como mágico, increíble, fascinante, alucinante. Y entran a tomar un vino como levitando sobre el barro de las calles que pisan, hablando en voz baja como si no quisieran despertar a nadie de los sueños que se han instalado en sus mentes.

Da cierta pena escuchar los comentarios de las gentes que siguen los debates electorales, la confrontación que debía ser de ideas de quienes también debían ser los mejores de los nuestros. No sonríe nadie y escuchar palabras como zafio, chabacano, barriobajero. Y entran a tomar un vino con un tono de voz elevado, moviendo el barro sobre el que caminan.

Es gratificante ver por las calles y parques de Navatejera, Villaquilambre, Villaobispo o Villarrodrigo a unos personajes que cultivan la admiración del más difícil todavía con cualquier cosa, con un balón, un aro, unos bolos o una página de un periódico; todos ellos se convierten en lo que quiera ese artista que llega con una maleta en la que está encerrado un mundo, con unas telas que dibujan vuelos sin motor, con unas palabras que sólo arrancan risas.

Y mientras tanto, en la barra de los bares cercanos el vecindario ajeno a los mundos de la maleta protesta porque vuelven los mismos, con lo mismo y para lo mismo, que no hay sueños ni novedades, que no caben las sorpresas, que nadie quita el barro.

Tal vez por ello los debatientes solo se pusieron de acuerdo en una cosa, en no decir ni una sola palabra de los mundos de la cultura, los que viajan en las maletas de los comediantes.
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