22/07/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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En la sesión de investidura del nuevo presidente de Castilla y León, intervino el jefe de la oposición, el portavoz del PSOE, Sr. Luis Tudanca, y, hablando del nuevo socio del nuevo presidente, del Sr. Igea, de Ciudadanos, dijo: «Usted, Señor Igea, es igual que el Sr. Fuentes, pero sin ínfulas». Y este cronista, que no sabe quién es el Sr. Fuentes, pero que sí que tiene una querencia especial por las palabras, y más por las que se usan en su tierra, se declara partidario fiel, y vasallo si es preciso, del Sr. Tudanca.

Porque hay que tener lo que hay que tener para soltarle eso a alguien desde un estrado tan principal y quedarse tan ancho. Las ínfulas, bien es verdad, se tienen o no se tienen. Y a quien Dios no le ha dado ínfulas el diablo le da sobrinos.

Por otra parte está el contexto. Porque al ser una palabra tan sublime, como lo son el sonrojo o la megalomanía, lo mismo puede valer para un roto que para un descosido. En este caso, en boca del orador citado, parece ser laudatorio, ya que, por denigrar al Sr. Igea, le concede al Sr. Fuentes ese detalle valorativo.
Pero no se alarme el ciudadano de a pie, puesto que en su casa jamás se verá en la tesitura de tener ínfulas, ya que su misión ha quedado reducida a mero depositador de votos en la urna, inclinándose, ora por aquellos que le llevan sableando tantos años, ora por los otros que llegan dispuesto a continuar con el sableo.

Las ínfulas, como el caviar y las buenas intenciones, quedan para los políticos, que hacen de ellas una cuestión de principios. Los demás nos tenemos que conformar con hacer nuestro trabajo lo mejor posible y aguantar las impertinencias y los desplantes, cuando no el trato vejatorio en hospitales, centros educativos, juzgados, y demás sitios regidos por los políticos.

Y más aquellos a los que, por edad, ya se nos ha ido el mundo de las manos y sólo nos queda la poesía: «El mundo se ha ido, te tengo que llevar en brazos», escribió Paul Celan, en ‘Cambio de aliento’. En boca de un servidor del pueblo, las ínfulas parecen, tirando por lo bajo, una broma de mal gusto.

Como escribiera el más grande los poetas leoneses, el ya desaparecido Agustín Delgado, en la introducción de su libro ZAS de 1999: «Pues el fin de la Historia es llegado, la más alta tarea que en azar tan fútil le cabe al Espiritu no quisiera ser otra que apurar de un sorbo el espumarajo de las escorreduras».
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