Las huellas del camino

12/12/2019
 Actualizado a 12/12/2019
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Cualquiera que vea a Ara Malikian dar saltos en el escenario con su violín, en una de las imágenes más claras de lo que es la felicidad, le costará trabajo imaginar el durísimo camino que desemboca en la felicidad de quien se ha convertido en un genio.

Nadie puede imaginar aquellos años infantiles ensayando en medio del ruido de las bombas de un país en guerra. Se hace difícil imaginar a un niño de doce años sólo, en un país extranjero y lejos de los suyos, ensayando horas y horas hasta convertirse en un genio. Al recordado él mismo reconoce que la parecía mucho más dura la vida de un niño en soledad que la de aquel otros que ensayaba bajo las bombas, pero con los suyos. De hecho era su padre quien insistía en que ensayara y ensayara, que era el único camino para huir de la guerra.

Y huyó de las bombas. Y decidió que su gesto mostraría la felicidad de ser un genio y no el dolor del camino recorrido.

También rompió todos los tópicos, incluso los de la imagen, de los impecables músicos de clásica con sus trajes y su seriedad .

O los tatuajes que adornan el brazo que muestra al público mientras crea. Se ha cansado de explicar que no significan nada, que no hay mensajes ni celebración, simplemente un día pensó que era curioso tatuarse manchas en la piel, mostrar un estilo de vida. Tal vez las huellas del camino.
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