
Como son familia de la granja avícola más potente del país, la abulense Redondo, Víctor decidió emular a su cuñado –proveedor de la Casa Real y de algunos de los negocios hosteleros más importantes de Madrid– y apostó por montar un negocio similar (más reducido) en León, pero con huevos camperos, procedentes de gallinas criadas en libertad desde que nacen.
‘Huevos camperos del Páramo’ cumple en abril su tercer aniversario en León. Tiene 6.500 aves y vende 6.100 huevos cada día Para poder marcar la cáscara de un huevo como campero –código 1–, las ponedoras tienen que vivir en cierta libertad y tener 4 metros cuadrados de terreno exterior por cada ave. En ‘Huevos camperos del Páramo’ Víctor tiene 3 hectáreas y un aviario de tres niveles que alberga 6.500 gallinas que ponen 6.100 huevos al día.
«Tienen menos estrés, más libertad, y todo repercute en que el huevo sea de primerísima calidad», cuenta, «todo lo que le des a la gallina, ella te lo devuelve».
Pero ¿de verdad hay diferencia entre unos huevos y otros? ¿No hay mucha tontería con ese tema? Para Víctor, la diferencia es clara. «El color de la yema no tiene nada que ver, y el sabor es otra cosa». Explica que el color de la yema depende de la alimentación que consuma el ave. Él añade maíz y alfalfa a un pienso «100% natural, sin aditivos industriales: cereal puro y duro».
La vida ponedora de las gallinas se prolonga entre catorce y dieciséis meses. Ponen un huevo cada 26 horas. Después, se venden al matadero a un precio ínfimo («antes ni nos las recogían»).
En los próximos días Víctor saca a la venta nuevos productos: como los huevos gigantes de oca y huevos trufados, "una delicia"La producción se queda sobre todo en León. Algunos huevos van a Asturias y a Madrid. De momento, Víctor ‘se apaña’ solito para completar todo el proceso de comercialización. La granja está completamente automatizada. Él estucha y reparte los huevos por León. «¡Me los quitan de las manos!», dice. Tiendas gourmet, confiterías, restaurantes. «El que más vendo es el de calibre XL, de casi 100 gramos –la ley dice que más de 73 gramos–, aunque para hostelería los no tan grandes».
Víctor tiene un secreto para lograr «los mejores huevos de León». Y consiste en que no sólo evita el estrés de sus aves dejándolas en libertad, sino que también las relaja con música clásica. Mozart, Beethoven, Vivaldi o Verdi para calmar a las gallinas melómanas de Ardón, «que estos animales son muy asustadizos».
Y como a Zamorano le chifla la aventura, en los próximos días se lanza a comercializar nuevos productos: huevos de oca y huevos trufados: «Una delicia, ya verás».