Las fronteras e Ildefonso Rodríguez

Por José Javier Carrasco

10/03/2021
 Actualizado a 10/03/2021
El poeta y músico Ildefonso Rodríguez.
El poeta y músico Ildefonso Rodríguez.
¿Dónde están las fronteras de la ficción, de los géneros literarios? A menudo, sin apenas darnos cuenta, cruzamos de una patria literaria a otra, y nos adentramos en un territorio desconocido del que nada sabemos, que nos recibe bajo una luz incierta a la que queremos acostumbrarnos y que intentamos definir, encontrar las claves. Avanzamos a ciegas, dados unos pasos nos vemos obligados a retroceder con la esperanza de encontrar el rumbo, las señales que vamos dejando para no perdernos. Traducimos lo que no entendemos a nuestros propios y manoseados términos en un ejercicio que nos fatiga, pero que en el que, una vez puestos, perduramos con la esperanza de familiarizarnos con el nuevo medio. ‘Disolución del nocturno’, de Ildefonso Rodríguez (León, 1952), es una de esas fronteras entre géneros que sale a nuestro paso, que nos invita a pasar a una realidad alternativa a la convencional, dar paso a una indagación que, como el título sugiere, tiene algo de operación alquímica, de intento de transmutación, ante el que nos sentimos desconcertados, a pesar de que el autor aporta numerosas pistas, en forma de lúcidas citas, con la finalidad de orientar al lector. Dos entes, llamados «durmiente» y «despierto», dan comienzo a una narración serpenteante, de expresivas y cautivadoras imágenes, en las que no es fácil deslindar en qué fuentes beben, inscritas en la geografía familiar del autor con personajes de nombres tan sugerentes como Germánico, Centauro, Calvatrueno, Calabor, Lastres, en un ejercicio que tiene algo de escritura automática, o mejor del discurso de asociaciones libres de un psicoanalizado – el propio escritor que duerme – que se deja oír por alguien que le escucha de espaldas – el despierto –, que en ocasiones interpreta lo que escucha, y que al cabo resultan ser el mismo ente, la misma nada polimorfa, condenados a disolverse en la interpretación que de ellos dos quiera hacer el lector: «Están en el centro del jardín, la salida y la entrada son confusas, lo extraño y lo familiar borran sus fronteras. ‘Tú, respóndeme’, insiste la voz. Pero no hay respuesta, cuando dormido y despierto, soñado y soñador se ha confundido tanto que ya solo tienen un solo nombre. Ese nombre es Nadie». Estructurado en cuatro partes – disolución de nocturno; noche tiene el día; anexos: algunos lugares comunes, idas y venidas; tres testimonios – el libro, como el autor confiesa en una nota, es un «libro de injertos, híbrido, unas veces alzado casi como un poste totémico con muchas muescas, creciente en rostros, figuras, sucesos, polimorfo; otras veces degradado, silva de varia lección, un mixtifori, un folletín raro». Publicado por Amargord en 2013, ‘Disolución del nocturno’ se ofrece como la invitación de esa llamada interior a cruzar una barrera a la que dan paso y cierran dos páginas de color negro, en la sección de novela de la biblioteca pública de León, en una balda de la pared oeste.
Archivado en
Lo más leído