Las formas que sí importan

20/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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En días muy próximos a la Navidad, algunos empleados de la difunta Caja España, recibieron una llamada de su empresa comunicándoles la intención de trasladarles de ciudad, ofreciendo en la misma comunicación destinos alejados de León, en la mayor parte de los casos de Madrid hacia el sur. Todo un entrañable mensaje navideño que, en el caso que la respuesta del empleado fuera negativa, la conversación se cerraba con un ya veremos qué hacemos con usted.

Caja España, que otrora fuera el orgullo económico leonés, se ha desdibujado en una crisis demoledora para la ciudad que se ha llevado por delante el músculo financiero de la comunidad, del que con tanto orgullo presumíamos los leoneses y que nos levantaba por encima de Valladolid. Tan grande era la gallina de los huevos de oro del sector bancario, que la clase política y sindical decidió meter mano en la Caja, en la nuestra y en las de media España, a buen seguro para salvarnos de un mal gestor. Pocos son los políticos, sindicalistas o constructores que no desearan pasar por el consejo de administración de una entidad regional, y si es para presidirla mejor, tuvieran o no formación para ello. Eran tiempos del pan para todos que no se agota. Lo demás ya se sabe, tarjetas black, créditos preferentes, fusiones forzadas, rescate bancario y esta misma semana banqueros en régimen de pensión completa en Instituciones Penitenciarias, habrá quien diga, y no sin razón, que han sido pocos los que acabaron así.

Nada que ver con el envidiable y respetable orgullo con el que hablan antiguos empleados de la entidad, que la vieron casi nacer y crecer, que ayudaron a levantarla y que sufren el desapego de la actual Caja España como si de un hijo mal criado se tratara, seguros del potencial que tiene pero avergonzados de sus hechos actuales.

Seguramente esta columna no la leerán los actuales gestores, por desgracia habitantes de tierras bastante alejadas del ámbito de influencia de este periódico, y aunque la leyeran los antiguos poco podrían hacer. En su derecho están para aplicar la normativa legal que mejor convenga a sus intereses y sabido es que la normativa laboral actual no mira mucho, o por lo menos no tanto como antes, para el trabajador. Pero aplicar el cuchillo del traslado, despido o la amenaza de ello en fechas tan señaladas, da idea de lo deshumanizado que está el sector, casi parece que es más importante moler y hacer daño que cumplir con su trabajo. Realmente en este caso, como en casi todos, las formas sí que importan.
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