01/06/2023
 Actualizado a 01/06/2023
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En Vegas estamos de suerte: hay diez niños en la guardería municipal. No sé cuántos pueblos pueden presumir de algo parecido, aunque me imagino que no demasiados. Lo que es una magnífica noticia se convertirá, en cambio, en un problema a la vuelta de dos años; y es que las escuelas del pueblo no pueden acoger a tanta chiquillería. Lo malo de asunto es que no solamente vienen los niños de los pueblos del ayuntamiento a la escuela; también lo hacen algunos del Ayuntamiento de Santa Colomba de Curueño. No sé si esto es lógico (me imagino que sí, ya que si no tendrían que llevar a los pequeños hasta La Vecilla, que queda muy lejos de Devesa y de Barrio de Nuestra Señora), pero es un problema añadido. En Vegas había unas escuelas franquistas, de las que construyó el arquitecto Cañas del Río por toda la provincia, dónde estudiamos los hijos del boom de natalidad de finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Cuando uno iba a la escuela, éramos cerca de cien sus alumnos, divididos, eso sí: clase sólo de chicos y de chicas: más o menos, cincuenta de cada. A partir del año 1970, bajó el número de niños de una manera exponencial, hasta que no acudían más de diez. Las escuelas dejaron de ser el lugar donde se enseñaba y se trasladaron a lo que había sido el local de la ‘Hermandad de Labradores y Ganaderos’. Estuvo a punto de cerrar, por falta de niños, y se salvó porque vino a vivir al pueblo un matrimonio con cuatro hijos. Si se hubieran cerrado, aunque hoy hubiese en el pueblo cien niños, no se podría volver a abrir. Casos como este hipotético, hay en la comunidad cientos reales.

En el edificio de las antiguas escuelas hoy está instalada la residencia de ancianos. No sé como se hizo, si fue legal o no, si se prevaricó o no, pero es una realidad. De la misma manera, no sé si fue legal convertir la Hermandad en escuela, si se prevaricó o no, pero el caso es que hoy las escuelas están ubicadas en un edificio que, por definición, era propiedad de los labradores y de los ganaderos del municipio; o eso nos hicieron creer siempre.

Ahora resulta que dos periódicos han publicado sendos reportajes informando de que los niños estaban tan hacinados que el ayuntamiento tuvo que habilitar el ‘Salón de Plenos’ para constituir otra aula y descongestionar el asunto. Uno cree que es una muy buena acción por parte del poder municipal, absolutamente digna de elogio, lo que no queda demasiado claro leyendo los citados reportajes, que, por otra parte, destilan resentimiento y maledicencia. Uno sigue creyendo que el Ayuntamiento a obrado con ecuanimidad, no como la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León que, como en todo lo que hace referido al mundo rural, trabaja de ‘oídas’, cómodamente aposentadas sus posaderas en sus despachos de Valladolid, gran ciudad, por cierto, pero alejados, a años luz de distancia, de lo que ocurre en un municipio de mil cien habitantes.

En los citados ‘publi-reportajes’, se hace hincapié en que las escuelas del pueblo no se ha implementado el programa ‘Madrugadores’, para que los padres y las madres ajetreados puedan llevar al colegio a los niños una o dos horas antes; como también se incide en que no existe servicio de comedor y que sería muy buena idea que este se prestase en las instalaciones del bar del pueblo o en la residencia de ancianos, que dispone de unas cocinas óptimas para llevarlo a cabo. ¡Hombre!, uno no tiene ni idea de como pueden convivir, en un mismo espacio, por demás reducido, veinticuatro ancianos (muy ancianos), con toda la recua de infantes para comer. O como la señorita que lleva en alquiler en bar del pueblo, podría hacer todas las mañanas, además de las tapas de rigor para los parroquianos, diez o quince raciones de macarrones con tomate y salchichas y los típicos filetes de pechuga de pollo empanados. Y como podrían jalar los nenes oyendo las conversaciones, muchas veces subidas de tono, de los borrachos habituales que nos acercamos todas las mañanas a beber nuestra cerveza o nuestro vino de los Oteros de cada día. Tengo la seguridad de que los niños adquirirían traumas insuperables para toda la vida. Lo que parece claro es que por mucha voluntad que ponga el Ayuntamiento para resolver estos problemas, las soluciones que están a su alcance serían, en el mejor de los casos, inadecuadas. La institución que debe de coger el toro por los cuernos es, sin duda, la Consejería de Educación de la Junta, pero ésta se mueve con unos estándares inamovibles, válidos, sin duda, para las ciudades, pero absurdos en el mundo rural. A lo mejor deberían pensar en soluciones más sencillas, adecuadas para los pueblos pequeños. En cualquier caso, la primera medida sería aumentar el número de maestros. La segunda, rascarse el bolsillo de un dinero que no es suyo, sino de todos, y construir una escuela como Dios manda. Como dice un amigo mío, a escote nada es caro. Pues eso. Salud y anarquía.
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