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Las elecciones que vienen

13/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Es posible que dos elecciones en apenas un mes produzcan cierta saturación entre los ciudadanos, pero, después de todo, se trata de uno de los actos más directos e imprescindibles de la democracia. Bastantes cosas suceden ya sin que podamos hace mucho respecto a ellas, y más en estos tiempos en los que se ha levantado una oleada de autoritarismo global, según el cual se supone que ciertas verdades absolutas deben ser aceptadas de buen o de mal grado. Falta flexibilidad, qué duda cabe, uno de los ingredientes básicos de la política. Y sobra tensión, superficialidad e infantilismo. Muchos lo han recordado ahora, tras la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, reconocido como uno de los grandes parlamentarios de los últimos tiempos. La importancia de la profundidad dialéctica, de la búsqueda de consensos, se ha perdido poco a poco. Cada vez hay más compartimentos estancos que no están dispuestos a ceder un ápice, sino a eternizar los conflictos e, incluso, a utilizarlos para crecer. Y uno tiene la sensación de que gran culpa de todo esto reside en el empobrecimiento del lenguaje, en la torpeza de los argumentos, en la falta, en suma, de un análisis más profundo de las cosas. Para eso se necesita espíritu constructivo, capacidad dialéctica. Se necesita, sobre todo, altura de miras, conocimientos suficientes y un dominio del lenguaje que permita ejercer la seducción, que apele a las empatías y no siempre a las diferencias y a los enfrentamientos inútiles. Quizás nos estamos contaminando con el lenguaje de las redes sociales, o quizás lo que sucede es que, como ha dicho Vila-Matas, «los políticos tienen una importancia desmesurada».

En apenas unos días llegan las elecciones múltiples, esas en las que, en muchos lugares de España elegirán alcaldes y concejales, parlamentos autonómicos y representantes en el Parlamento Europeo. Que estas elecciones del 26 de mayo estén tan cerca de las generales da para muchas elucubraciones: sin duda, pueden verse influidas por los resultados aquellas, en todos los sentidos. Tanto es así que la formación de un gobierno ha quedado, como ya sabíamos, temporalmente en suspenso, a la espera de que se puedan concretar pactos y elaborar estrategias.

Pero de lo que no hay duda es de que se trata de elecciones muy diferentes, especialmente por lo que se refiere a las municipales. Ahí, el conocimiento directo de los candidatos, con los que habitualmente conviven los electores, suele conllevar resultados que no siempre están marcados por las tendencias ideológicas, sino que pueden responder, como es natural, a intereses más locales, a la concreta experiencia vital de los votantes en cada uno de los municipios. El debate de las ciudades está hoy en alza, porque gran parte de la población mundial se acumula en ellas, abandonando cada vez más la precariedad del mundo rural. He aquí un asunto de gran enjundia: cómo regresar al equilibrio entre el campo y la ciudad, cómo devolver el atractivo a aquellos lugares que lo han perdido.

Por si fuera poco, las ciudades viven el vértigo de la modernidad, que en parte llega desde Europa y desde fuera de Europa. Esa modernidad, innegociable, pasa por una nueva forma de comprender la vida urbana. La contaminación creciente exige cambios en los modelos urbanos y en las formas de vida. Es un asunto urgente, con el que no siempre comulgan los votantes menos dispuestos a aceptar cambios profundos. Por ejemplo, no dejan de crecer las polémicas en torno a las nuevas formas de transporte (bueno, la bicicleta no es precisamente nueva), incluyendo los patinetes eléctricos, la modernización de las flotas de autobuses para reducir las emisiones, la posible creación de un metro ligero (algo que hubiera contribuido extraordinariamente a la movilidad y a la limpieza del aire en una ciudad como la nuestra, como ya pasa en tantas otras), por no hablar de otros asuntos. Pero es obvio que el coche no puede copar el centro de las ciudades. Hay muchos factores en su contra, incluso en una ciudad pequeña. El coche ha de sustituirse con alternativas cómodas y baratas, quizás a través de aparcamientos periféricos disuasorios (gratuitos, a poder ser) y a través de fomentar las áreas para el paseo y el uso de la bicicleta, eléctrica o no (algo sencillo en una ciudad tan llana como esta), para la integración efectiva de los espacios peatonales y comerciales, incluyendo los lugares de ocio y encuentro, como se hace, con éxito, en muchísimas ciudades de Europa. La habitabilidad pasa por conceder un espacio a la humanización, al ocio, a la eliminación de obstáculos, porque al final una ciudad es un compuesto de muchos espacios con personalidad propia, con retos y problemas propios, que deben convivir como una red.

Que las ciudades no dejen de crecer y los pueblos de disminuir es una tendencia global, pero en nuestra comunidad autónoma esta tendencia se dibuja como un auténtico cáncer desde hace mucho tiempo. Este es un punto en el que es necesario seguir pautas de expertos a nivel mundial, pero en el que hacen mucha falta los expertos locales y el desarrollo de políticas cercanas. Resulta reiterativo, sin duda, hablar de la despoblación y el envejecimiento, pero si lo hacemos es porque no se atisban soluciones creíbles, más allá de los observatorios creados al respecto. Sólo mejorando las condiciones del mundo rural se puede luchar contra la despoblación. Y esas condiciones no sólo se refieren a las explotaciones agrícolas y ganaderas, que merecen más apoyo y atención, a través de los mercados locales y la producción de temporada de calidad, y con la expansión de la agricultura ecológica, sino a una nueva manera de ver el campo como entorno para desarrollar actividades no tradicionales. La fijación poblacional pasa por dos elementos básicos: las infraestructuras y la creación de un entorno digital de calidad, válido para profesionales. Es necesario revitalizar el campo a través de aquellos aspectos en los que supera a la vida en la ciudad: el entorno natural, la tranquilidad, la vida ecológica, además de potenciar un sistema digital adecuado para actividades que se desarrollan telemáticamente, etc. Para conseguir resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes. Algunos no parecen percatarse de eso.

Con todo, las elecciones más importantes del próximo día 26 son las europeas. Ya sé que solemos dejarlas de lado, como si no fueran con nosotros. Pero Europa, que tanto sufrió en el siglo XX, vive de nuevo una emergencia grave. Es necesario que regrese la cordura y que se imponga la modernidad y el progreso. Eso y mucho más nos jugamos en las elecciones que vienen.
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