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Las cuentas municipales

17/03/2019
 Actualizado a 09/09/2019
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El próximo inquilino del Ayuntamiento de León y su alcaldía –quien sea– va a sentarse en el sillón municipal y ejecutivo mucho más cómodo. Mejor. Con menos apreturas y distinto radio de acción. El caballo de batalla de la casa, la perversa deuda municipal, ha ido adelgazando durante los últimos años de manera importante. La gestión de los dineros, la desintegración de los números rojos –que dio comienzo en el verano de 2011 con Emilio Gutiérrez al mando de la nave– ha dado sus frutos.

Cuando hace dos mandatos se abrieron los cajones malditos para liberar las facturas retenidas –avejentadas y amarillentas– la sorpresa fue mayúscula. Después de auditorías, sumas, restas y divisiones la contabilidad de los ganchos funcionó. En uno de ellos se pincharon los débitos, las obligaciones de pago repudiadas, y en el segundo, en el de los cobros, no se picó nada porque nada había que colgar. Hace décadas los viejos autónomos decían que las cuentas del garfio eran siempre fiables. Y debían tener razón. Lo que debo y lo que me deben. No hay otra.

Pues bien, el alcalde que ‘cedería’ como un caballero, cuatro años después, el testigo a Silván se dio de bruces con un déficit de 437 millones de ‘eurazos’, casi 73.000 millones de las antiguas pesetas. Una fortuna. Y una barbaridad. De infarto. Al final del ‘obligado’ mandato de Gutiérrez, en 2015, los números indicaban que la herencia, reducida en 224 millones –de media, una amortización de 56 millones anuales–, se entregaba al equipo de gobierno de Antonio Silván con 213 de débito. Casi un milagro. O muy cerca. Ni los más devotos de la Virgen de Lourdes asumirían tamaño prodigio.

Si las informaciones oficiosas que se barajan sobre la contabilidad consistorial se ajustan –millón arriba, millón abajo– a los balances que maneja el concejal de las economías, Agustín Rajoy, este año podría cerrase con un pasivo no tan escandaloso como en 2011. En el actual cuatrienio de la era ‘silvanista’ (2015-2019) la rebaja va a ser mucho menor. Medallallita de bronce con bañito de plata. Se estima amortizar, en cálculos aproximados, otros 56 millones –14 por año– con lo que el adeudo se quedaría, euro más o menos, en los 157 que se prevén, lo cual no deja de ser todavía una cantidad muy respetable.

De modo, que la administración municipal ha discurrido por la senda marcada desde 2011, año en el que el tenebroso túnel no parecía tener fin. Emilio Gutiérrez, muy firme y capaz, dio forma a la intrincada tarea de reflotar la Casa Consistorial en el peor de los escenarios. Y cuando nadie daba un duro por la causa. Silván, siguiendo la pauta, ha mermado un poquito más el débito. Un poquito. Las cuentas públicas aún están necesitadas de oxígeno.
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