Angel Suárez 2024

Las cosas del fútbol

03/06/2023
 Actualizado a 03/06/2023
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El fútbol es propenso a los insultos, y esa no es su única faceta oscura. Es un deporte tradicionalmente violento, en el campo y en la grada, a veces en extremo, si lo comparamos por ejemplo con el rugby, donde se expulsa a jugadores por acciones que ni se pitarían en muchos partidos de balompié.

El fútbol nos da ejemplos repugnantes de comportamiento, no hay más que ver cada fin de semana cómo se ponen los padres de los jugadores más jóvenes en las categorías más humildes. O de la corrupción más escandalosa, véanse, por ser los más recientes, el caso Qatargate o la descarada compra de árbitros al por mayor por parte del Fútbol Club Barcelona. O de las actuaciones más cínicas, como cuando las estrellas más admiradas y mejor pagadas se revuelcan llorando como niños rabiosos por faltas que nunca existieron.

En efecto, el deporte rey es el deporte menos edificante, nos hemos acostumbrado a ello y lo hemos asumido. Quizá alguna generación futura vea el fútbol actual como nosotros vemos ahora el despiece de gladiadores en el Coliseo Romano.

No deberían producirse con tanta normalidad los graves insultos que se producen cada fin de semana en todos los campos de España. Y el que se trate de insultos racistas agrava el hecho, pero no podemos escandalizarnos únicamente por el adjetivo (racista) mientras normalizamos la conducta (el insulto). El desgarro de vestiduras generalizado que ha provocado el lamentable incidente protagonizado por Vinicius en el último partido del Real Madrid contra el Valencia, con la intervención de todos los líderes políticos y hasta con el presidente de Brasil poniendo a España en el punto de mira roza la hipocresía.

España no es un país racista, al contrario, es y ha sido siempre una nación acogedora y generosa, vivimos rodeados de pruebas de ello en cada barrio, en cada lugar de trabajo y en cada centro educativo. Y los jugadores de fútbol reciben insultos aberrantes a diario sean del color que sean, también los que cobran mucho menos de los 21 millones de euros al año que gana Vinicius.

Persigamos los insultos racistas y los demás comportamientos indignos que el fútbol genera habitualmente, pero no saquemos los pies del tiesto, que se empieza por ahí y se termina cometiendo despropósitos como censurar ‘Lo que el viento se llevó’.
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