Las cenizas de Leopoldo María

Los tribunales han determinado recientemente que los herededos legales del poeta Leopoldo María Panero son sus primos y sus cenizas serán depositadas en la cripta familiar del cementerio de Astorga, lugar que aparece significativamente en las dos películas que se hicieron sobre la familia

Bruno Marcos
07/04/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Leopoldo María Panero en una imagen en el cementerio de Astorga de la película ‘El desencanto’.
Leopoldo María Panero en una imagen en el cementerio de Astorga de la película ‘El desencanto’.
En ‘El desencanto’, la película de Jaime Chávarri que produjo Elías Querejeta sobre la familia Panero en 1976, Leopoldo María aparece a la mitad del largometraje y lo hace aparte, en una secuencia montada en paralelo, con las voces de su madre y de sus hermanos de fondo. Esa secuencia tiene lugar en el cementerio. Leopoldo pasea entre las tumbas lentamente, cabizbajo, muy triste, con un abrigo negro, como de luto, mientras detrás trabajan los sepultureros. Al final se acerca hasta la cámara y se ve que es extremadamente joven.

Cuenta Chávarri que se negó a participar en la película hasta la mitad del rodaje, que duró año y medio, pero que luego colaboró sin poner ninguna condición. Dice el director que nunca sabían lo que iba a pasar ante la cámara pues todo dependía de lo que Leopoldo introdujese en las conversaciones. Sus intervenciones iban desde teorías lacanianas de moda en la época, totalmente intelectualizadas, hasta recuerdos conmovedores de la infancia que cristalizaban casi siempre en reproches brutales a su madre.

Tanto en esta película como en la que hizo luego sobre ellos Ricardo Franco, ‘Después de tantos años’ (1994), la muerte es uno de los personajes principales. En la de Chávarri está la del padre, que relatan cada uno desde su perspectiva, y su ausencia, simbolizada en el monumento envuelto que nunca se descubre. En la segunda la de la madre, Felicidad Blanc, y la de todos, que se aproxima a los hermanos tan prematuramente envejecidos.

El cementerio de Astorga aparece en ambas obras como un lugar simbólico tan importante como la casa. Es en la primera parte en la que la madre cuenta un magnífico detalle que retrata bien las relaciones de todos ellos con la muerte, unas relaciones que mezclan lo cotidiano, lo macabro y lo melancólico. En una de sus visitas al cementerio de Astorga, al poco de morir su marido, la viuda se entera de que el sepulturero, con el que había entablado mucha amistad, va a jubilarse y se lamenta porque se había hecho a la idea de que él la enterraría. El hombre responde presentándole un joven sepulturero: «Aquí tiene al nuevo que, con mucho gusto, también la enterrará».

El final de la segunda tiene lugar también en el camposanto y registra el encuentro inesperado de los dos hermanos pequeños sobre la tumba de sus antepasados. Leopoldo María aparece como un fantasma, no tan triste como en la primera parte sino más bien esperpéntico, y avanza fumando con las manos en los bolsillos a toda velocidad entre las lápidas. En ‘travelling’ la cámara le sigue mientras Michi habla sin saber que se aproxima: «Aquí se supone que descansan los huesos de la familia Panero… Una mañana mis tías decidieron, porque no tenían nada que hacer, irse al cementerio con una palangana y unos pañitos a hacer limpieza en la tumba (…) es una tumba enorme llena de huesos flotando porque se filtra el agua y se han desecho los ataúdes y flotan los huesos… Y decían mientras limpiaban los huesos: ‘Esta calavera tiene que ser, por fuerza, de nuestro hermano Juan porque mira esta mella que se hizo no sé dónde…’. Era una cosa macabra pero eso era muy típico de mis tías… Era una cosa normalísima llevarse los dientes de oro para hacerse un medallón».

Un poco más adelante Michi explica que el hipotético enigma de la familia Panero no era tal, que eran una familia normal en la cual había surgido una generación de hermanos absurdos que eran ellos y entonces, al terminar de decir esto, ocurre algo insólito en una película, se produce un encuentro en un cementerio y este encuentro no es dramático sino jovial: «Y ahora aparece mi hermano Leopoldo –enlaza Michi con su relato– para darme la sorpresa de fin de año, como en la noche de Walpurgis». Leopoldo responde con una gran carcajada, cavernosa, larga y sincera. «Me alegro mucho de verte –dice uno–, en un cementerio». «Tenía ganas de verte –añade el otro».

Al final bromean: «Todos los Panero están muertos, incluidos nosotros».
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