Las buenas galletas de aquellos años

Las galletas, el manjar soñado más asequible a las economías menos pudientes, un gran alimento para aquellos años de escasez en lo que lo único que hacía daño era el hambre   

Toño Morala
18/06/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Lambiones hubo y los habrá siempre, el dulce en cantidad dicen que es malo, pero en aquellos años, el dulce ponía caras de alegría a niños y mayores, y además a falta de otras cosinas… pues una galletina no hacía daño nadie, y si eramásde una, para qué contar. Recuerda uno, cuando iba de visita a casa de alguien… lo primero que sacaba la señora de la casa era un platín con cuatro galletinas para los chavales; decíamos que no, por la buena educación implantada por los padres, pero se nos salían los ojos al verlas… después de mucho insistir la señora, pues a por una, luego a por otra y al final el plato quedaba limpio como el jaspe. También es cierto que en muchas casas con horno, tanto de leña como de cocina de carbón, las madres y abuelas tiraban de manteca de cerdo, algo de leche, un par de huevos, harina,y hacían una especie de galletas-pastas; a veces con forma y la mayoría deveces, mano contra mano y a la bandeja de turno y al horno… no quedaba ni el requemado de la bandeja; qué buenas y, además, muchas veces sin azúcar, pues o no la había ,o no había cuartos para comprarla. Pero eso era en vísperas de fiestas nombradas; el resto del año, uno se conformaba con la leche migada con pan, o sopinas de ajo, o sopas blancas con una cucharina de manteca de cerdo por encima, también muy buenas.Luego ya vinieron tiempos mejores pasados los primeros años sesenta, y la cosa era que te mandaban a la tienda de vez en cuando, y te traías un cuarto y mitad de galletas maría que sacaban de aquellas latas con tapa ancha y las ponían dentro de un cucurucho de papel, o bolsa también de papel;antes de llegar a casa, por el camino, la prueba entraba por la boca y la saboreabas casi con los ojos cerrados, menudo manjar de dioses, galletas, casi nada.Más tarde, las galletas también se las metían a los niños pequeños en papilla con alguna fruta… pero fue bastante más acá. Si en aquellos años, nos hubieran dado aquellas papillas con galleta, hoy en día mediríamos por lo menos 1,80; de aquella manera, algunos llegamos a 1,70 y vas que ardes con la frente alta aquí por la vida. También uno recuerda el cuidado que tenían las mujeres con las latas con estas cosinas, siempre que llegaba alguien a casa, era moda y de buenos modales, poner café de puchero, una copina de vino Sansón y unas pastas o galletas… qué menos; de aquella manera, uno se socializaba entre la familia y amigos, y no como ahora, que uno se “socializa” a través delas redes. Pues eso, hoy vamos a escribir sobre este manjar, dulce, exquisito y barato de comprar y de hacer; las galletas. Si uno tira de la publicidad de aquellos años al respecto de las diferentes formas, marcas, de sabores y unlargo etcétera, se da cuenta rápidamente, que las fábricas sí sabíanmuy bien lo que hacían y fabricaban; enunciados como… -¡Oye, esta tarde iremos a jugar… pero para merendar, nos darán, Hojaldradas Premium…! O aquel otro… -¡María Artiach en Funciones…! -¡Oh, oh, Oreo…! -¡Chiquilín, para los hombres del mañana…! - ¡La Buena María, Fontaneda…! Y por suerte, muchas marcas siguen fabricando galletas a todo tren, y nunca mejor dicho, pues las modernas instalaciones van sobre raíles o cintas rápidas para fabricar mucha cantidad… y cómo se pondrían en aquellos años los trabajadores de aquellas fábricas casi manuales con las galletas partidas… no quiero ni imaginármelo…

La historia de la galleta está muy ligada a la de los cereales. Al principio, éstos no se cocían, sino que se comían mojados en agua o leche. No obstante, hace 10.000 años nuestros antepasados nómadas descubrieron que una pasta de cereales sometida a calor adquiría una consistencia similar al pan sin levadura que permitía transportarla con facilidad. Se han encontrado galletas de más de seis mil años cuidadosamente envueltas en yacimientos en Suiza. Esto hace que la galleta sea considerada uno de los primeros alimentos cocinados. Las galletas tal y como las entendían en aquella época eran muy sencillas y apenas admitían variedad. Eran obleas planas y duras, cocidas dos veces. En Roma, durante el S.III el cocinero Apicius las llamó “Bis Coctum” (origen de la palabra biscuit). Prácticamente todas las grandes culturas de la antigüedad Persa, Asiria, Egipcia, Judía, Griega, Romana y otras procedentes del Lejano Oriente, utilizaron estos cereales cocidos para afrontar largas caminatas y combates, siendo un alimento habitual de militares y marineros, aunque a menudo también presente en las despensas de los campesinos. En la Edad Media se generalizó el cultivo de cereales, aumentó la población y el consumo de galletas se extendió rápidamente, convirtiéndose así en un alimento popular, especialmente entre campesinos y cruzados. Se les añadía huevo y el jugo de la carne para hacerlas más nutritivas, por lo que también ocuparon un lugar preferente en las bodegas de los navíos. Llegaron a sustituir al pan en travesías largas, gracias a su mejor conservación y facilidad de transporte. De hecho, era el principal alimento a bordo de las tres carabelas que descubrieron América en 1492. La palabra “galleta” se tomó prestada de un alimento habitual en Francia en el S.XIII, una especie de crêpe plana llamada “galette”.

Durante el Renacimiento, los Médicis introdujeron por primera vez en la Corte las galletas, presentándolas como algo sabroso para acompañar a una bebida caliente (se acababa de descubrir el chocolate). Se amplía entonces la variedad de elaboración para satisfacer la demanda: saladas, aromatizadas, rellenas, con miel, con formas variadas, etc. Los libros de cocina se llenaron de recetas diferentes: barquillos, pretzels, crocantes… Es en esta época cuando surgen muchas de las galletas que consumimos hoy en día, aunque su preparación se refinaría y mejoraría a lo largo de los años. Es en los siglos XVIII y XIX cuando empieza en Europa la producción masiva de galletas, paralela a la industrialización. La gran movilidad de la población -se trata de la época de las colonias- hace que las galletas se impongan como la comida de viaje ideal, ya que podían aguantar meses o incluso años si se guardaban adecuadamente. De las pequeñas industrias artesanas se pasa a otras más mecanizadas, acordes con la demanda del producto. Baja el precio de la harina y de la levadura, convirtiendo incluso las galletas más elaboradas en alimentos asequibles.

De este modo, la galleta adquiere protagonismo en la industria alimentaria, apoyándose en el sabor, la calidad y el precio.El invento de la galleta María…la galleta María, un dulce extendido por España, Australia, India o Sudáfrica. Y es que esta humilde galleta tiene su nacimiento y su nombre en un acontecimiento muy noble, ya que fue creada por el repostero inglés Peek Freans, en Londres, en 1874 para conmemorar la boda de la Gran Duquesa María Alexandrovna de Rusia con Alfredo de Sajonia-Coburgo-Gotha, duque de Edimburgo, o sea, que la galleta María se llama así en honor de una Gran Duquesa rusa... qué cosas. En España la introducción de este dulce está reivindicado por grandes marcas, y lo curioso es que algunas están ubicadas en el mismo pueblo, Aguilar de Campoo, en la provincia de Palencia. El confitero de origen burgalés Eugenio Fontaneda Millán, que aprendió el oficio en Reinosa, comenzó su actividad en Aguilar de Campoo en 1881, fabricando bizcochos, galletas y chocolates de forma artesanal. Hacia 1920 adquirió una nave en el lugar donde se asienta la actual fábrica, donde comenzó a producir de forma industrial, la popular «galleta María», adquiriendo nueva tecnología en Suiza y Alemania. Galletas Gullón es una empresa familiar que nació en la época de Galletas Fontaneda, que fue la pionera en la villa aguilarense en la fabricación de galletas, y que comenzó a finales del siglo XIX a partir de los reposteros locales, que las elaboraban con el trigo de Tierra de Campos y el azúcar y otros productos de las antiguas colonias españolas, que llegaban a través del puerto de Santander. Y qué buenas son las galletas, hay que tomar galletas… y que no nos falten nunca.
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