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Larga vida a Laura Ferrer

06/05/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Cada vez valoro más a la gente que sí. Los que sí están, sí quieren, sí se esfuerzan, sí pueden, sí escuchan, sí arropan. Esos que también tienen sus propias batallas, sus cicatrices, pero que a pesar de todo siempre hacen por poder, porque quieren. Gente que sí tiene sangre en las venas, que sí se moja. Que también se equivoca, también la caga, pero que está. Gente quesiente, que vibra, que disfruta de la vida hasta cuando ésta golpea duro, que no hay quien no reciba zurriagazos inesperados.

Gente que llora a veces desconsoladamente, porque toca, pero que sabe reírse a carcajadas hasta de su propia sombra. Gente que se toma la vida como viene, que aun así sonríe, que echa una mano, que suma y siempre está ahí para aportar.

Gente que sí, como Laura. Que nunca abronca, que no reprocha, que comprende y no juzga. La reina del ‘y si’, la de los miedos, la del vaso ni lleno ni vacío, la de las dudas, la más generosa. La que más se encierra en la cueva, la que más disfruta cuando sale de ella. Laura y sus extremos, y su humor fino hasta en la situación más dramática que uno pueda imaginar. La que te pone morritos cuando intentas cuidarla, que es tipa dura y no se deja. La que no se aguanta la risa ni cuando le das la chapa. La que estruja la vida y se la bebe a sorbos gigantes. La mejor madrina de boda posible.

En vez de quejarnos tanto, hay que dar más las gracias. Hoy se las doy a la vida por haberme cruzado hace casi cuatro décadas con este lujo de amiga. Larga vida a la gente que sí. Y ella sí. Brindo por Laura.
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