Lágrimas de Luna

02/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Los títulos que hacen currículum desde la pared y las fotos de familia en blanco y negro que también lo subrayan, al tiempo que abrazan las palabras, ondean en el escenario de despedida escogido por Rosa Luna. Ha querido la hasta ahora concejala ponferradina que sea en casa, en su despacho y no en ningún sitio pintado de naranja o perfumado con el olor a esas siglas de las que ahora se divorcia donde ofrecer su último aliento Cs.

Y Rosa Luna recuerda, antes de cerrar la puerta del otro lado, que hace cuatro años superó 16.000 kilómetros de distancia para volver a la cuna y marcarse un sueño de ciudad que defendió desde la vigilia. Se remangó, cogió las riendas del Instituto Municipal de Empleo, de donde la evacuaron con un triple tirabuzón hacia abajo por no ceder ni cederse, pero no perdió la voluntad. Era la segunda bofetada tras una entrada en el Ayuntamiento adornada por problemas duros en la formación. Y ya entonces decidió respirar hondo para seguir justificando lo que le devolvió al terruño. Pero no es buena consejera la política y en los callejones oscuros tira de navaja sin duelo. Es desagradecida, ostentosa, interesada y rellenar los huecos que sobran a todo ello cansa, tanto, que Luna no quiere acabar mandato defendiendo algo en lo que ve traición. Muerta la confianza, solo queda incinerarla, llorar por ella y volver a dilatar el aire mirando desde arriba lo hecho y lo pendiente. Luna sabe que las lágrimas son para los que las merecen, para los que no, queda el portazo.
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