Ladrar, solo quiero ladrar

22/03/2022
 Actualizado a 22/03/2022
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No puede ser bueno, es más, es tremendamente malo, que todavía tengamos que levantar la voz para pedir que no nos sellen las palabras; como si temiéramos que puedan tener la brillante idea de fabricar unos collares como los que existen para los perros. Collares antiladridos les llaman para que les den una descarga cuando van a cumplir una de sus funciones ineludibles, ladrar. También existen otros que no inutilizan una función concreta, el dueño aprieta el botón y el perro debe adivinar cuál es el motivo del castigo para que no vuelva a ocurrir.

¿Alguien cree que somos perros?, ¿que hay collares para humanos?, ¿qué palabras o pensamientos serán los que desaten la ira de la descarga?, ¿quién crea el programa que decide el momento del disparo?

Y, lo que es más preocupante ¿pueden aquellos a los que raramente escuchas una palabra sensata, una idea de cordialidad y solidaridad decidir que haya collares para humanos por más que endulcen la trampa con largos nombres de difícil comprensión y que siempre empiezan por la palabra Ley... desgastando un concepto al que debíamos tener respeto?

Había dos perros, uno a cada lado de una frontera entre un país libre y otro controlado. El del país libre estaba flaco y piojoso, hambriento y enfadado. El del otro lado estaba lucido y gordo, harto pero también enfadado, quería cruzar al lado del piojoso.

– No son buenos tiempos para los perros en esta tierra, hay problemas, crisis, sería extraño que encontraras una casa en la que te puedan dar de comer como intuyo que hacen en la que ahora vives ¿Qué pretendes viniendo a este lado de la frontera?

– Ladrar. Sólo quiero ladrar.
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