La vulnerabilidad desnuda

La situación que estamos viviendo con la crisis del coronavirus a lo largo de estas semanas nos deja abierta la puerta para muchas reflexiones sobre los distintos aspectos de nuestra sociedad

mujeres por la igualdad
19/04/2020
 Actualizado a 19/04/2020
Los cuidados a mayores y a hijos siguen estando en manos femeninas.
Los cuidados a mayores y a hijos siguen estando en manos femeninas.
L a fragilidad y la vulnerabilidad de países enteros ante la aparición de el virus COVID-19 queda manifiesta a lo largo y ancho de nuestro planeta sin distinción entre razas, credos, sistemas políticos, sociales y económicos. Un virus que se expande por todos los continentesy quesiendo universal su dispersión, sus consecuencias serán sin lugar a dudas distintas variando de unos territorios a otros, en función de sudesarrollo y medidas destinadas a atajar dicha epidemia, en resumen y por utilizar una metáfora relacionada con los términos que estos días nos resultan familiares, dependerá del ‘sistema inmunológico’ de cada estado la respuesta ante el ataque de este tipo de pandemias.

En nuestro país, el Gobierno ha decretado el estado de alarma ante el creciente y exponencial número de contagios para prevenir el desarrollo alarmante de la propagación del virus y sus trágicas consecuencias. Una de las medidas de ese estado de alarma ha sido el confinamiento de la población en sus domicilios sin que exista la posibilidad de salir, salvo las excepciones legalmente marcadas y las derivadas de la intendencia doméstica necesaria.

Estamos ante una pandemia que no respeta territorios y que ha colonizado nuestro día a díay nuestras costumbres, y con ello nos ha puesto enla necesidad de destacaraspectosde vital importanciaen nuestro modo de vida. Hemos desalojado los espacios públicos en general, salvo aquellos donde la sanidad es la clave para atajar esta pandemia que, comotoda crisis, deja al aire muchas de las costuras del tejido social. Nos hemos visto, de la noche a la mañana ,con una realidad que por extrema nos ha hecho ver como si de una lente de aumento se tratarala configuración de nuestra sociedad, con su entramado político, económico, social… Este virus nos ha obligado a poner el foco en cuestiones que por sabidas se han ido tapando o arrinconando en esos lugares donde podemos verlas pero, «por favor, queno molesten».

Nos encontramos ante una situación donde el tema de los cuidados se pone de manifiesto de manera rotunda y con la necesidad de situar la mirada en este sectorante una realidad que nos revela, una vez más,en manos de quien reside la responsabilidad de los mismos.

El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nos indica que las mujeres tienen a su cargo el 76,2 por ciento de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado, más del triple que los hombres. En los hogares de la UE, el 37,5% de las mujeres y el 24,7% de los hombres se ocupan del trabajo no remunerado diariamente. Las cifras en España son muy parecidas: el 39,8% de las mujeres y el 27,7% de los hombres dedican al menos una hora diaria a este tipo de labores.

Los distintos organismos internacionales ponen de manifiesto la necesidad de actuar en este campo de manera inminente a través de políticas de inversión que incidan en paliar la crisis sobre los cuidados de las personas tal y como detalla el informe de la OIT en 2018. «Los cambios radicales en las políticas deberían hacer frente a la creciente necesidad de cuidados y abordar la enorme disparidad entre mujeres y hombres en las responsabilidades familiares y de atención. Las cifras muestran que las mujeres dedican más de tres cuartas partes del tiempo empleado en el trabajo de cuidado no remunerado».(Dixit).

Nos enfrentamos con una realidad que condiciona la vida de las mujeres en tanto en cuanto es una responsabilidad asumida en función del género asignado a las mujeres. Un claro ejemplo de los esterotipos que marcan a la mujer como imprescindible en los cuidados de los demás.

La realidad se impone en materia económica, la necesidad tanto del cuidado de las personas (menores, mayores, personas dependientes por discapacidad) como las labores domésticas asumidas en el hogar en su mayor parte por las mujeres nos lleva a enfrentarnos a una realidad poco alentadora en cuanto que esta «condición» que se nos asigna va en detrimento de las posibilidades laborales y profesionales con el nada atractivo resultado de un mayor número de empleos a tiempo parcial, mayor brecha laboral y salarial, menor capacidad adquisitiva etc… Eso por la parte económica, en la parte social nos encontramos con jornadas interminables de trabajo, menor capacidad de autonomía y por lo tanto de decisión, ausencia o escasez de tiempo propio, patologías derivadas del cuidado de personas dependientes, etc.

La incorporación de las mujeres al mundo laboral pone de manifiesto una realidad que a lo largo de décadas el movimiento feminista ha venido denunciando y no es otra que lanecesidad de resolver esta cuestión primordial para el beneficio de la sociedad en general.

La solución, en el caso de los cuidados en el ámbito privado, pasa por varias vías, la corresponsabilidad como ejeprimordial para atajar el grave problema que supone cargar sobre uno de los miembros la responsabilidaddel trabajo de los cuidados domésticosque, como observamos año tras año siguen recayendo en mayor proporción sobre las mujeres que sobre los hombres es un factor determinante para acabar con una situación de injusticia patriarcal. Por otro lado y junto con un mayor reconocimiento social, terminando así con la invisibilidad de quienes las realizan, otra de las víaspor las que pasa dar solución a este problema es la puesta en marcha de servicios públicos especializados como son guarderías, escuelas infantiles, centros de día, servicios de ayuda a domicilio, residencias… que presten los servicios de calidad necesarios en el cuidado de personas.

La incorporación de la mujer al ámbito profesional y laboral ha traído consigo un aumento del poder adquisitivo de las familiasque en muchos casos optan por la contratación de personal externo para realizar los trabajos de la casa y el cuidado. Esta circunstancia se resuelve en muchos casos con mano de obra de mujeres inmigrantes que carecen de seguridad social y con unos salarios indignos.

El mundo de los cuidados ha recaído tradicionalmente en manos de las mujeres, hemos sido las grandes cuidadoras en nuestra sociedad a lo largo de la historia en todos los ámbitos, privados y públicos. Mantenemos con nuestra labor diaria un sistemabasado en el crecimiento económico que lo hace posible gracias a que cada día se dedican en todo el planeta 16.400 millones de horas tanto al cuidado directo, personal y relacional como son el cuidado de menores y enfermos así como al cuidado indirecto (cocinar y limpiar), lo que equivale a 2.000 millones de personas trabajando ocho horas diarias al día sin cobrar nada a cambio y que, como ya se ha dicho, es en su mayoría mano de obra femenina.

Durante demasiado tiempo el trabajo doméstico ha sido invisibilizado por una sociedad donde primaba el empleo remunerado, donde el prestigio y el reconocimientoderivaba del trabajofuera de casa,espacio mayoritariamente ocupado por hombres.Esta tendencia ha ido cambiando en los últimos tiempos gracias, en su totalidad, al movimiento feminista que en los años ochenta puso en su agenda la visibilidad y la importancia de un sector con el peso suficiente como para hacernos comprender que sin esa labor no remuneradael mercado productivo no se sostiene.

¿Nos podríamos imaginar una huelga de cuidadosen todo el mundo? Si eso sucediera, tres cuartas partes del trabajo sin remunerar quedarían desatendidas. Podríamos por tanto imaginar a su vez la repercusión social y económica que eso supondría. Con toda seguridadla economía mundial se vería afectada de forma crucial.

En estos días de pandemia con la población recluida en casa,la responsabilidad de velar por la seguridad de la comunidad no pasa por empuñar un arma, ni cavar trincheras, sino por algo tan sencillo y vital como es la limpieza. El cuidado de la familia en el ámbito más cercano como es nuestro hogar se convierte en primordial en una situación de crisis como la actual, donde protegernos de la posibilidad de un contagio del virus hace que tengamos que pasar el cien por cien del tiempo en nuestras casas al cuidado de las mismas y de quienes en ellas vivimos.

Por otro lado y saliendo del ámbito privado nos encontramos con los cuidados profesionales, donde las actividadesmás feminizadas son aquellas relacionadas con el cuidado de menores, tercera edad, enfermos, en definitiva todas aquellas donde el cuidado, tanto de atención directa de las personas como de limpieza,es el principal objetivo.Colectivos como el de medicina, el de enfermería, trabajo social, técnicos en cuidados auxiliares, ayuda a domicilio, limpieza, son sectores profesionales del ámbito sanitario donde la probabilidad de ser atendidos por mujeres sigue siendo más elevada a que lo hagamos por hombres.

La necesidad de un sector como es el de los cuidados debilitado ycon salarios tercermundistas no es el camino. Debemos tomar conciencia de la importancia de una actividadclave para el desarrollo y bienestar de la sociedad. La situación actual de crisis sanitaria es un claro ejemplo de donde deben ir encauzadas las políticas necesarias para mantener el bienestar y desarrollo de una sociedad cambiante ante nuevos retos de convivencia. El criterio economicista que el capitalismo liberal y patriarcal ha aplicado al valor de la vida de las personas debe ser invertido para dejar paso a una economía de los cuidados más humana y de mayor calidad, basada en el bienestar y la seguridad de todos los seres humanos que componemos el mosaico social.

Ante la situación de crisis mundial es necesario no abandonar la perspectiva de género cuando hablamos de las consecuencias y las soluciones que dicha crisis planteará. En la carrera de fondo por la igualdad no podemos abandonar en este momento las medidas necesarias para fortalecer el estado de bienestar desde una visión de género que nos permitirá que de la crisis vivida salgamos más reforzados socialmente.
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