La Virgen de la buena leche

Viene uno a desintoxicarse del día a día a la vecina y hermosa Liébana y se encuentra los mismos problemas que tienen los leoneses –o parecidos–. Me lo explica la guía de Santa María de Lebeña, «tan hermosa como San Miguel de Escalada o Peñalba de Santiago». Le agradezco la referencia y le explico que difícilmente un jueves se puede visitar con guía una de estas joyas, a pesar de que últimamente los políticos parece que se han dado cuenta de que el turismo puede ser el Santo Grial. «Ya», asiente la guía, majísima, «como van a saber gobernar si no hacen prácticas ni nada antes, luego hacen cosas sin sentido». Y en esa capilla tan rural con San Benito y su cuervo, San Antonio Abad y su cochino, San Roque y su perro... me explica como una pareja del pueblo tiene cincuenta vacas, todas juntas, pero unas de carne y otras de leche, mitad a nombre de la mujer y mitad a nombre de su marido, para cobrar los dos la PAC. Pero a una de las de él le salió brucelosis y tuvo que vaciar la cuadra, bueno, la cuadra no, las 25 suyas, que las de su mujer allí siguieron pastando. «Un sin sentido», sentencia. Todo por preguntar si esta Virgen de la Buena Leche era también patrona de los ganaderos. Pues no, los devotos van a pedirle niños, por eso algunos hombres no dejan entrar a sus mujeres.

Las rencillas conyugales también están inmortalizadas. Los reyes fundadores,Alfonso, del norte, y Juana, del sur, ya discrepaban sobre el jardín. Al final él plantó un tejo y ella un olivo. Milenarios los dos, el olivo es más alto que la iglesia y el Tejo lo tiro el aire hace ocho años. «Todos venían a llorarle y nadie hacía nada, hasta que vino un asturiano que rompió una rama y dijo que aún tenía savia, lo plantó en un tiesto y cuando tire para arriba volverá a replantarlo. Así que, como él nos dijo, cuando tengas un problema no te preocupes, ocúpate». Esto por preguntar por el olivo. Así que no pregunté más y me fui. La buena leche fue la que mamó la guía, que buenas lecciones tenía para todo.