La vieja molienda

‘Marina Luz’ comenzó a funcionar en Gordoncillo en 1936 y cerró sus puertas en 1965. Años después, vuelve a tener vida en su interior para conservar su pasado

Teresa Giganto
13/12/2014
 Actualizado a 17/09/2019
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Los mayores de Gordoncillo que vivieron su infancia y juventud en la década de los 40 del siglo pasado, solo podían entrar a la antigua fábrica de harinas ‘Marina Luz’ cuando tenían que pesarles. La gran balanza en la que se certificaba el peso de las quilmas también servía para comprobar a qué ritmo crecían aquellos pequeños a quienes por aquel entonces la Guerra Civil les había dejado una infancia de pan y tocino.

El pan se elaboraba en Gordoncillo, y la harina para hacerlo salía de la fábrica ‘Marina Luz’, una apuesta de don Germán García Luengos por contribuir a la economía de la localidad y que echó a andar en 1936. Ahora el pueblo vuelve a apostar por ella para convertirla en esta ocasión en el Museo de la Harina de Castilla y León (Mihacale), que junto a la también rehabilitada Panera, se han convertido en el mayor centro cultural del sur de León.

La aventura de ‘Marina Luz’ comenzó en la década de los 30, cuando se construyó la primera fábrica, que ardió completamente en una noche. Su dueño, don Germán (así le llamaban todos en Gordoncillo), la reconstruyó y en 1944 los aparatos de molturación echaron de nuevo a andar con maquinaria de la casa Bühler. Gracias a los planos de aquella reconstrucción, las máquinas del museo reposan hoy colocadas igual que las que en su día abastecieron el Sur de León de harina, aunque no son las mismas ya que las originales acabaron en la chatarra.

Lo que sí se conserva de la factoría original son las tuberías de madera por las que se transportaba el grano de una máquina a otra dentro de las instalaciones fabriles. Además, se mantiene intacta buena parte de la tarima de la primera planta, y herramientas, correas de transmisión, quilmas... y muchos recuerdos de quienes conocieron a don Germán y a su esposa doña Marina así como a quienes trabajaron allí. Él, natural de Matanza de los Oteros, era médico y poseía un gran capital, que junto al de su esposa Marina, hija de una viuda adinerada, dio lugar a toda una serie de negocios en el mismo Gordoncillo como fueron una quesería, una alcoholera, una bodega de vinos, una lechería y también una panadería.

La harinera cuenta con tres plantas. La baja es donde está el motor que funcionaba con la energía procedente de Valderas, localidad cercana donde había un molino eléctrico que aprovechaba las aguas del río Cea. Es en la primera planta en la que tras separar el grano de trigo de las pequeñas piedras, se efectúan los primeros pasos de la molienda que finaliza en la parte alta del edificio, donde la harina baja por unos conductos de madera. La factoría tenía una capacidad de molturación de 51,49 quintales/métricos, lo cual permitía abastecer a panaderos de la zona y a la propia panadería de la familia, que en 1947 creó la Sociedad Harino-Panadera de Gordoncillo, formada por Germán García Luengos y por sus hijas Abilia, María Victoria y María Jesús García Alonso.

Javier Revilla, historiador y especialista en el tema de los molinos, es el encargado de explicar todo el proceso y origen de ‘Marina Luz’ a los visitantes del museo. Revilla ha estado muy implicado en el proceso de recuperación de la harinera, y recuerda cómo encontraron las máquinas que hoy componen el museo en una fábrica zamorana que echó el cerrojo. Lo mismo ha rebuscado en los archivos, que ha lijado madera. Se conoce al dedillo los nombres de los que trabajaron a los órdenes de García Luentos y con sus historias, parece que vuelven a estar allí dentro, trabajando en la moliendo igual que si no hubiese pasado el tiempo. Pero tiempo sí ha pasado, y los habitantes de Gordoncillo regresan a ‘Marina Luz’ para pesar sus recuerdos y no sus cuerpos como hicieron antaño.

Al mismo tiempo que la harinera ha recuperado su esplendor, también lo ha hecho la Panera, utilizada por el Instituto Nacional de Trigo durante el franquismo. Su construcción en tapial fue llevada a cabo por Aquilino Peña y su hijo Honorino. Con ella se completa la oferta cultural de Gordoncillo ya que en su interior alberga un salón de actos y una gran sala de exposiciones. En la recuperación de este edificio que mira al mismo patio que ‘Marina Luz’, se ha conservado el forjado, la cubierta de madera y la teja árabe. De sus paredes de tapial cuelgan hasta el 31 de enero las obras de 50 artistas plásticos y 26 poetas, coordinados por el Instituto Leonés de Cultura en una exposición que lleva por título ‘Diálogos e intersecciones entre poesía y artes plásticas’. Con 375 metros cuadrados, esta sala se convierte en una de las mayores de la provincia y de la comunidad autónoma.

El día de la inauguración del complejo cultural acudió gran parte de la familia del fundador de la harinera. Su nieto, Germán Vega García-Luengos, regaló unas palabras a todos los presentes: “Lo que nació para alimentar el cuerpo, que ahora sirva para alimentar el alma a través de la cultura”. Que nunca pare esta vieja molienda.
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