La vida viaja a los pueblos en furgoneta

Abren tiendas y comercios se repite estos días, pero la provincia está llena de pueblos en los que ya no hay ningún negocio abierto, donde viven menos de 10 habitantes e, incluso, uno o dos. Ellos viven pendientes del pitido de las furgonetas de los vendedores ambulantes, "nos dan la vida", dicen.

Fulgencio Fernández
22/03/2020
 Actualizado a 22/03/2020
Meno atiende a una de sus clientas en Naredo de Fenar. | MAURICIO PEÑA
Meno atiende a una de sus clientas en Naredo de Fenar. | MAURICIO PEÑA
Paulino y su mujer viven solos en Campo; Alberto en Valbueno; Angelina y Antonino en Casasuertes; en varios pueblos de Omaña sólo viven dos personas, en otros cinco y en muchos no llegan a 10... La lista sería muy extensa de situaciones similares en toda la provincia... gente cuya subsistencia depende fundamentalmente del pitido de las furgonetas de los vendedores ambulantes, el pescadero... y fundamentalmente el panadero pues no hay ningún comercio en la localidad ni, en muchos casos, «en varios kilómetros a la redonda».

Se dice pronto aquello de que tiendas y supermercados permanecen abiertos, pero hay que tenerlos.

En estos días de reclusión esperan como agua de mayo el pitido de alguna de estas furgonetas en las que para ellos viaja la vida y la subsistencia. Manolo, el panadero de Senra, atiende a 62 pueblos. «En muchos viven dos, tres o cinco personas, muchos de ellos bastante mayores, y están empezando a tener miedo, escuchan tantas cosas, pero lo curioso es que no tienen miedo por ellos sino por nosotros». Y cuenta una historia que le acaba de suceder unos minutos antes, en La Urz, uno de esos pueblos con menos de diez habitantes. «Era una persona muy mayor, de más de 90, y me decía, Manolo, nosotros ya tenemos la vida cumplida, si tiene que venir lo que sea que venga, ¿pero vosotros? ¿cómo te arriesgas a andar por los pueblos».

Por eso Manolo —que tranquilizó a la mujer y es el espíritu de servicio personificado no ahora, siempre—está un poco indignado, o un mucho, con lo que está viendo estos días. «En muchos de estos pueblos me está saliendo a coger el pan gente que hacía años que no veía, ni en agosto vienen. Y aparecen ahora con toda la cara del mundo a poner en riesgo la tranquilidad de estas gentes... Si entra el bicho en un pueblo lo puede llevar entero».Como Manolo en Omaña está Talí en el Valle de Valdeón, la Panadería Robles por el Bernesga, la de Llamas de la Ribera, la Panificadora de Matallana, Madrigal por el Curueño.... ellos llegan hasta el último rincón con una barra de pan y, muchas veces, llevan las noticias de cómo va evolucionando la situación.El joven Javi Sánchez recorre cada mañana numerosos pueblos de los alrededores de Santa Lucía de Gordón, donde está la Panadería Robles, para la que trabaja, recorriendo comarcas desde Babia hasta Asturias y por supuesto Gordón, La Tercia... Vive situaciones muy parecidas a las que vive Manolo, pueblos con muy pocos vecinos y algo de miedo que él combate con su buen carácter y conversación distendida."Se vuelven locos a comprar"«Pero no solo de pan vive el hombre» reza uno de los más conocidos versículos de nuestra cultura. Y para que sea una realidad están los vendedores ambulantes de alimentación, como Meno, con base en Matallana de Torío.Meno: "Somos un lujo para la gente, le llevamos la compra a la puerta de casa; la verdad es que estos días se han vuelto un poco locos a comprar y sí ha venido gente ‘nueva’"Difícil contarle a Meno algo que no sepa después de 42 años en el oficio. «Tengo 60 años y el día que cumplí los 18, con el carnet recién estrenado, cogí el coche y a vender Torío arriba», explica mientras sigue camino de otro pueblo, ayer mismo. «Mira, ahora voy a Coladilla, donde solo vendo en una casa pero es un cliente de toda la vida y no la voy a dejar sin su compra por nada del mundo».Y matiza Meno al explicarlo: «¿Te das cuenta de que somos un verdadero lujo? Le ponemos la comida a la gente a la puerta de casa... y si hace falta metérsela en casa para que no salga pues se hace».También recorre Alimentación Meno un buen número de pueblos, muchos de ellos con muy pocos habitantes y que siguen con preocupación cómo discurre esta crisis.- ¿Se nota la preocupación?- Claro, mucho. Mira, da igual que les diga que no tengo problemas de abastecimiento, que seguiré acudiendo los días que me corresponde, se vuelven un poco locos a comprar y se llevan mucha más mercancía que habitualmente.- ¿No tienes problema de abastecimiento?- Ninguno. Quitando un problema con cuatro palés que venían de Asturias, que te puede pasar en cualquier tiempo, tengo el almacén lleno, sin comer no se van a quedar.- ¿Ha venido más gente a los pueblos desde el Estado de Alarma?- Sí había algunos, no muchos, pero hoy (sábado) estoy viendo a más gente que estos días.Esas cuatro décadas por las carreteras le dan un conocimiento cercano de la realidad. Meno es el autor de una reflexión muy ilustrativa de la famosa crisis económica de hace más de una década. «Ami eso ya me lo explicó mi madre hace muchos años cuando me dijo; si hay crisis y llevabas 10 cajas de sardinas pues lleva siete u ocho y si llevabas tres de marisco, pues lleva cinco».

No es el caso actual, pero sirve para ver cómo se puede entender la vida desde una furgoneta.

Otro vendedor ambulante es José Antonio, de Santa María del Páramo, al que muchos llaman «del patatero» pues comenzó a recorrer zonas lejanas a su tierra con sacos de patatas, a los que fue sumando frutas y los productos habituales de estos profesionales, que parece imposible entender cómo pueden meter tantas cosas en tan poco espacio. 
José Antonio sigue haciendo sus rutas y en su caso sí le ha influido en las ventas esta crisis. «Por ejemplo, yo le sirvo patatas a varios restaurantes, que te cogen unos cuantos sacos, y están cerrados... cogen para ellos y punto».

"¿Contaminan las vacas?"


En los pueblos se vive una cierta sensación de más vida ya que agricultores y ganaderos deben acudir a sus trabajos, los animales no saben de abstinencias y los sembrados no esperan por nadie, crecen o mueren.

Nacho Fernández sigue con sus vacas y terneros; «dice que los animales no trasmiten nada, habrá que creerlos». Ahora tiene la ventaja de que se le apunta más gente a ayudarle, Pili, Tamara, Alejandra... «con tal de estirar las piernas y salir de casa, pues monte arriba».

En Matallana pacen las 87 vacas de David ‘El Rubio’, que las observa sentado y reflexiona: «Estoy mirando y veo que tiran los mismos pedos de siempre, las flatulencias que dicen. A la vez leo que ha bajado mucho la contaminación, ¿no será que los iluminados del metano que lanzan a la atmósfera las vacas será que algo tenían que decir porque no saben estar callados?».

- ¿Hay cierta normalidad?
- Si quitas que por la carretera sólo andamos tractores y guardias civiles y que los bares están cerrados... pues casi sí.
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