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La vida a través de la rendija

16/10/2020
 Actualizado a 16/10/2020
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Da miedo ir a los bares, y a los restaurantes, y a los gimnasios, y a los museos, y a los teatros y a los cines, y probarse ropa en una tienda, y las piscinas climatizadas están cerradas, también las oficinas de las empresas, y las de la Administración; da miedo subirse al transporte público, las estaciones y los aeropuertos están vacíos. No se puede salir ni de León ni de Madrid y yo pienso, por una vez hay algo que nos une, y también, ¿a qué se dedica la gente, en qué emplea el tiempo libre en León y en Madrid?

Es una cuestión que me intriga.

Si no se puede salir de la ciudad, la gente se queda dentro de la ciudad. Si está dentro de la ciudad y no va de compras, ni a museos ni al cine ni al teatro ni come fuera ni se sienta en una terraza –al menos, en la proporción en la que se sentaba antes– ni, en muchos casos, va a trabajar porque teletrabaja, y nada de bodas, comuniones ni funerales, tiene más tiempo libre. Si no puede ver a su familia extensa ni a los amigos, si no puede visitar a la abuela porque vive en una aldea en la montaña o a la tía Pili por miedo a contagiarla ni ir a comer a casa de amigos porque máximo seis ni celebrar el cumpleaños de su hijo, novio, padre, ¿a qué lo dedica? ¿Sale a la calle a pasear? Yo no veo las calles ni los parques más llenos que antes. Solo los supermercados, esos siempre están llenos.

Es decir, la gente se queda en casa o va al supermercado, algo así, ¿no? Y ¿qué hace en casa? ¿Limpia, cocina, ordena? ¿Se engancha a las redes sociales? ¿Se engancha a Netflix? ¿Sintoniza la radio a todas horas? ¿Lee? ¿Escucha música? ¿Hace el amor? (esas tres opciones serían geniales, o la mezcla de las tres: lectores que hacen el amor escuchando música).

El mundo, nuestro mundo se ha ido reduciendo a una ventanina: el espacio entre la frente y el principio de la mascarilla. Un espacio estrecho, que cada vez se parece más a una rendija.

Yo abogo porque sigamos adelante con nuestros proyectos. Que vayamos a los museos, que nos encontremos con amigos de uno en uno, que leamos el futuro en las hojas de los árboles del parque. Que creamos firmemente que el amor a la vida nos puede salvar. Que hablemos, que escribamos, que nos comuniquemos, que soñemos. Que no permitamos que se cierre esa ventana, sobre todo eso: que sigamos siendo seres humanos.
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