La venganza de la razón práctica

16/02/2023
 Actualizado a 16/02/2023
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Podemos vivir en la razón pura, la de la belleza, la de las historias y la memoria, la de la antigua llave, la que abre el viejo portón que da acceso al corralón de la vida y la convivencia, al portalón en el que se sentaban los habitantes de la casa y al que llegaba la pareja de vacas con el carro, en el que cosía la mujer y hacía cestos el marido, en el que jugaban los rapaces a ser los campesinos y pastores que tantas veces fueron.

Una gran puerta azul, casi siempre azul, eternamente abierta pero con la llave colgada en el pasillo de entrada.

Pero un día llegó a vivir a la misma casa la razón práctica, que nada quiere saber de bellezas e historias, que no le gusta la palabra corral ni que el carro entre al portalón, porque, además, ya no hay carro y el tractor prefiere anidar en una desvencijada nave de uralitas y vientos, con puertas de chapa que se cierran con un candado o simplemente se atan con una cuerda. A fin de cuentas allí no hay vida ni historias encerradas.

Si abres el plano seguramente aparezca un timbre que también anula la razón pura del viejo picaporte que, sin embargo, sigue siendo el orgullo del laborioso herrero del pueblo que cuando pasa ante él se detiene y te pregunta: «¿Sabes quién hizo este picaporte?».

Yo sí. Tú también. Y el herrero, ya ni te cuento.
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