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La usurpación del poder

12/06/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Los espectadores votantes de la vida nacional diaria hemos sido castigados con el espectáculo lamentable de una moción de censura debilitada por las ansias de llegar al poder.

Francisco Vettori, que fue embajador de Florencia ante la Santa Sede, le dice a Maquiavelo en una de las cartas que le envió: «No olvides que todo poder tiene su raíz en la usurpación».

Pocas cosas pueden sorprendernos a los españoles cuando presenciamos tanta ignorancia del pasado que se quiere repetir una y otra vez como de la falta de seriedad con los electores a los cuales se deben todos, todos los que se sientan en los sillones dorados del palacio de San Jerónimo.

La arrogancia, el desprecio, la ambición, la falta de compromiso y un afán de suicidio político parece que se han tomado el compromiso de concluir con una etapa de concordia, progreso y reformas.

Veníamos advirtiendo que el poder monclovita no se daba cuenta de que el pueblo demandaba reformas profundas en el sistema democrático y en el sistema de elección de los representantes del pueblo. No es de recibo que toda una legislatura y un gobierno elegido por el pueblo deba soportar la presión ejercida por partidos minoritarios independentistas y que no aceptan los principios constitucionales y hacen gala de la animadversión hacia España, además de no acatar las leyes y las sentencias de los tribunales de Justicia.

Todo un despropósito que los partidos nacionales podrían haber evitado con sus amplias mayorías posibilitando las reformas ya sabidas y reiteradas en demasiadas ocasiones.

Como sucede en la Unión Europea, sólo les interesa la faceta económica y dejan a un lado aquellos factores sociales que son los que hacen de un ciudadano que se comporte como los antiguos griegos que sentían la causa de su nación y la defendían hasta la muerte.

Rajoy y su partido han hecho lo mismo y han caído a los pies de un débil oponente que debe su pírrico triunfo a sectores de minorías que le harán pagar su osadía porque las exigencias superarán lo razonable e irritarán los ánimos de muchos españoles cansados de mentiras.

Para afrontar una etapa de reformas lo más lógico habría sido la colaboración de las fuerzas constitucionalistas con el fin de reconducir el caballo desbocado de la sedición, el golpismo, los populismos y los nacionalismos trasnochados, más el inmenso caballo de la corrupción que asola a los dos partidos mayoritarios y que amenaza con dejarles en un testimonio apenas reconocible.

Una vez más no ha sido así y la ambición personal, las sables de la venganza han salido a relucir, las bajas pasiones afloran cada vez más y se ha preferido alumbrar un ciclo de incertidumbre y enfrentamientos que empieza con mal pie pese al regocijo de algunos poco enterados de los avatares de nuestra difícil pero apasionada Historia.

La economía es un pilar importante de la práctica política, pero no lo es todo y fracasa cuando se pierde la dimensión humana, la empatía con el pueblo y se prescinde del diálogo, basándose sólo en tratar al ciudadano como alguien que sólo sirve para trabajar y del que se obtienen los impuestos atroces, que el ansia de recaudación de las diversas haciendas han hecho que se viva bajo el temor de la confiscación y la ruina.

Mucho nos tememos que son varias las causas que provocaron que la legislatura haya fracasado. Tampoco albergamos muchas esperanzas de que el nuevo inquilino vaya a dar el paso adelante que el progreso demanda para los españoles si rememora acuerdos, actuaciones y procedimientos legislativos que nos han llevado siempre al borde de la bancarrota.

Deseamos con todas nuestras fuerzas que no se origine una reproducción de la crisis que tuvimos que soportar recientemente.

De todas formas, la usurpación por vías extrañas del poder es papel mojado al lado de la usurpación que se le hace a los electores constantemente engañándoles cuando ejercen su derecho al voto, ya que los elegidos no cumplen con sus programas casi nunca.

De manera que mientras no se cumpla que el ciudadano debe ser el que tiene que ser considerado en sus demandas y necesidades y el político mire por encima del hombro toda la legislatura menos cuando necesita el voto, el lodazal será el emblema característico de la dinámica española contemporánea.
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