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La última lacra del franquismo

19/02/2020
 Actualizado a 19/02/2020
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Anda el gobierno haciendo limpieza de la otra memoria de la historia. Que si el pazo de Meirás; que si el yugo y las flechas de las viviendas de protección familiar; monumentos, calles, placas y estatuas ecuestres. Pero la mayor lacra de la dictadura aún permanece, y está en León. Si de verdad se quiere borrar todo el rastro dictatorial, habría que replantearse la situación actual de esta provincia, manipulada en las postrimerías del franquismo, y adscrita a una comunidad que ha acabado siendo odiosa para gran parte de los leoneses.

Ha hecho falta que la provincia sufra (la capital, Ponferrada, Villablino) sin ninguna compensación de las comprometidas, para que los ciudadanos alzaran su voz. No se trata de ir contra nadie, sino de decidir un destino que fue poco menos que un acto fallido. La maniobra ominosa de un franquista recalcitrante, que todavía anda por ahí, con las salpicaduras de Montejurra y los últimos fusilamientos, llamado Martín Villa. Como heredero de Franco, creó una autonomía enorme, depositaria de los «valores eternos», para coartar las aspiraciones del País Vasco y Cataluña. Hoy, más que nunca, se ve que su cicatería no dio fruto y estas comunidades se reivindican con referéndums, manifestaciones, odio a lo español, y adoctrinamiento, mientras Las tierras de León siguen paralizadas por mano de un valido de Franco. Ya es aprecian las huellas de la despoblación, la falta de empleo, infraestructuras y abandono provocadas por un gobierno autonómico capaz de arruinar a unas provincias, para que su capital aparente auge y modernidad. Pero pobres, como somos; o ricos, como fuimos, hay que alzar la cabeza. Pasamos de ser la cuna del parlamentarismo a perder la voz y el voto. Dejad que catalanes, vascos, o gallegos decidan su futuro pero, que no nos arrebaten el nuestro. Esperemos que algún día León siga su camino y Castilla el otro.

Hoy, Riaño se dignifica aún más. Y desde las instituciones autonómicas se proclaman sapos y culebras para sus regidores. Hay que seguir adelante, a pesar de la presión y descalificaciones de los partidos y del poder de esta Junta, temiendo perder la estabilidad y el cargo. ¿Cómo van a ver bien una autonomía propia? Se trata de mantener el pesebre y los regadíos del propio Riaño, donde tanto se sufrió.
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