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La última cruzada

02/02/2020
 Actualizado a 02/02/2020
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Una vez que encontramos el Santo Grial entre la vajilla del salón, dejando en mal lugar al mismísimo Indiana Jones, pocas tareas se me ocurren más complejas que la de crear una Mesa por el Futuro de León. En esta última cruzada llevan tiempo enfrascados los líderes de los dos principales sindicatos en esta tierra, que han asumido el reto de hacer posible lo que parece imposible: movilizar a la sociedad leonesa para que despierte de su letargo y salga a la calle a reivindicar lo que durante años han sido incapaces de conseguir los diferentes gobiernos de los diferentes partidos políticos en las diferentes instituciones. La dificultad de la misión que asumen los sindicatos es que intentan cambiar el propio escenario en el que se tienen que desarrollar las protestas: calles por las que los únicos jóvenes que pasan van camino de la estación, cruzándose con funcionarios que sacaron su plaza para no preocuparse de nada más y jubilados que han perdido la capacidad de sorpresa. Como las edades, los rumbos y las actitudes son opinables, el resto de los motivos para hacer un llamamiento urgente a la movilización, completamente objetivos, los sirve el Instituto Nacional de Estadística en cada uno de sus informes.

Dicen los sindicatos que la sociedad leonesa está profundamente deprimida y que por eso se mueve entre el victimismo y el escepticismo, que no se puede esperar más para levantar la voz porque en breve no habrá en León la suficiente masa crítica como para que su voz se escuche más allá de Mansilla de las Mulas. Decididos a luchar contra la desidia social e institucional, y después de haber sacado ya el año pasado a la calle a miles de leoneses en varias manifestaciones, CCOO y UGT van consiguiendo cada vez más invitados para sentarse a la Mesa por el Futuro de León. Básicamente, nadie les dice que no. Como el Gobierno acaba de estrenar legislatura y estamos en el primer año de los mandatos locales y autonómicos, los políticos no tienen problema en parecerse entre sí, posando incluso en la misma foto, viendo aún demasiado lejanas en el horizonte las próximas elecciones y encontrando en la compañía de sus adversarios el escudo con el que protegerse de su incapacidad para conseguir lo que allí se está proponiendo. Como al parecer buscar culpables es de acomplejados y hay que mirar al futuro, la responsabilidad se dispersa y la valiente iniciativa de los sindicatos tiene pinta de que va a resultar confortable para todos los partidos políticos, así que la Junta ha anunciado en una semana que apoya la Mesa por el Futuro de León, la Plataforma por la Reindustrizalización de Ávila, el plan de choque para Zamora y a la asociación Soria Zona Cero de la Despoblación.

El resultado es que, previsiblemente, a esa mesa estarán sentados algunos de los que son causas del problema y, precisamente por eso, nunca pueden ser la solución. Se me ocurren demasiadas metáforas desafortunadas con el asunto. La más suave, que hay determinadas personas que sólo se juntan entre sí y manifiestan idénticas opiniones cuando lo que se celebra es un entierro. La más fuerte, que la paz, si de verdad es paz, la negocian los diplomáticos, nunca los generales.

Una vez que se hayan superado las puñaladas internas y se hayan concretado fecha y hora, cuando les veamos a todos sentados debatiendo sobre nuestro futuro, el problema estará peligrosamente concentrado. Pese a las estrategias que suelen empezar por su propia supervivencia, pese a la grandilocuencia de sus cargos, la reunión no será tan distinta de las que se celebran en cualquier pueblo, en cualquier barrio, en cualquier bar de esta provincia: se irá criticando a cada uno de los que se vayan levantando, cada vez con mayor crueldad, cada vez con menor motivo. A alguno se le quitarán las ganas de abandonar sabiendo que harán con él lo mismo que ha venido haciendo con el resto. Estamos demasiado acostumbrados a que la culpa siempre sea de alguien que no está presente.
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